Dedo sorpresa

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- ¿Vieron cómo se movía el trasero de ese hombre en clase?- Susurró emocionada Paula, refiriéndose al trasero de Víctor, el profesor de baile.

- ¡Si! Parecían bombones- Respondió Karen corriendo su cabello castaño con puntas californianas para atrás y moviendo sus cejas de forma pervertida.

- Si pudiera les pegaría un mordisco - Afirmó mi amiga devuelta, riendo tras su comentario perturbador. Sus ojos brillaban ante la idea.- Pero, prefiero a Jonathan, es tan lindo y huele delicioso- Asintió excitada.

Si, Paula tiene un pequeño problemas con enamorarse de hombres mayores, o como ella los llama: "Maduritos". El problema empieza cuando le gusta un profesor y termina cuando el pobre hombre deja el instituto por acoso estudiantil. Créanme, cuando habla del Profesor de Química, se iluminan sus ojos avellana, sus mejillas blancas se tiñen de rojo y sonríe con solo escuchar su nombre como un drogadicto al escuchar sobre alucinógenos.

- Hola idiotas- Saludé sentándome junto a Natalia. Su cabello castaño claro estaba algo alborotado por la humedad y sus ojos rasgados se perdían al sonreír por la cara de trauma plantada en María José, quien hacía trenzas a la oji rasgada mientras escuchaba la conversación de la acosa-profesores. Seguida de María una chica de cabello rizado con la cabeza en la mesa y sus manos como puños mostraba señales de cólicos mortales. Y ya saben lo que hay que hacer: aléjate lo que más puedas y dale unas pastillas para el dolor; no le hables, no le discutas, no la mires, y lo más importante, no la saques de casillas.

- Hola- Respondieron todas al unísono.

- ¿El no es el guardaespaldas de tu madre?- Señaló Natalia al ver a Evan con mi comida en manos y unos ojos alerta a cada persona en el restaurante del colegio. Me pasó el plato después de cortar la carne y revisar que no estuviera contaminada, supongo.

¿Puede ser más atractivo?

- Si, mi mamá le pidió que me acompañara hoy, necesitaba brazos para cargar los libros del diablo- Todas reímos ligeramente por el comentario, a excepción de María, cuya risa parecía la alarma de una ambulancia. Se escuchaba a unas cinco cuadras, no bromeo. Nos le quedamos viendo raro y estaba apunto de llevarme un pedazo de carne a la boca cuando el arma de Evan destelló a la vista de todos los presentes y empezó el pánico.

Actúe con rapidez al ver las caras de espanto que tenían las chicas.

Sus músculos se habían tensionado  y se había parado de la silla como un rayo

- Evan, no pasa nada.- Dije tratando de calmarlo. Miré directamente sus ojos pardos para transferirle tranquilidad...y también por que eran una muy buena vista.

- ¿Qué fue ese sonido estruendoso?- Preguntó, con suma calma pero aún pendiente de nuestro alrededor.

- Es la risa de María- Explique señalando a la hilarante chica. La cara de Evan expresaba confusión e incredulidad, sin embargo después de unos segundos con suma lentitud guardó el arma nuevamente. Suspiré aliviada. No habrían muertos hoy. Eso era bueno, ¿no?

Luego de pedir disculpas a los estudiantes y maestros presentes, volvimos a comer, solo que esta vez reinaba el silencio y las miradas furtivas a nuestra mesa, bueno, básicamente a Evan.

Solo bastó un engreído con su música a todo volumen para que el mundo volviera a girar con normalidad.

Todo parecía ir bien hasta que el idiota del parlante con la música se acercó a nuestra mesa, para ser especifica al lado de Paula y Cora

- Hola, chicas.- Saludó. O eso supuse, por qué no podía escuchar ni mis pensamientos con el maldito volumen de esa cosa retumbando en mi cabeza.

Psicótico Donde viven las historias. Descúbrelo ahora