#1 Drogadicta

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La ventana, abierta, dejaba pasar una suave brisa que mecía las cortinas de una habitación oscura. Muy oscura.

Esa no era ninguna habitación que conociese.

Se levantó con un quejido y se llevó la mano a la cabeza, donde una tremenda jaqueca le golpeaba fuertemente la frente. Miró a su alrededor masajeandose las sienes. Tenía un brazo desconocido rodeando su cintura y su atención cayó en el hombre que estaba acostado a su lado.

La casa probablemente sería de él. Apartó con cuidado el brazo y se levantó de la cama descubriendo que estaba desnuda. Otra vez. Intentó recordar lo que pasó la noche anterior pero, como siempre, sus recuerdos estaban borrosos y mezclados. Sabía que había ido de fiesta con algunas compañeras del bar y que habían estado bailando como si la vida les fuera en ello. Había estado bebiendo, mucho, hasta el punto de quedarse tan emborrachada como para acabar en la cama de un completo desconocido.

Suspiró pesadamente. Tenía que irse de esa casa, encontrar sus cosas y salir por patas... Pero ella era orgullosa, y como solterona no había ningún problema en aparecer en una cama con un hombre, el único problema es que la tomaran por una chica fácil y arruinaran la tranquilidad que tanto necesitaba. 

Se fue a la pequeña cocina y se sirvió un vaso con agua que dejó en la encimera. Fue a buscar su bolso donde tenía una pequeña cajita de vitaminas, que le ayudarían a sobrellevar la jaqueca. 

En ese momento recordó haber hablado con un chico amable y burlón, lleno de vida y de comentarios que le hicieron soltar carcajadas. Sonrió y se acercó a la cama para verle la cara al hombre. Al notar que se trataba de aquel veinteañero tan agradable suspiró y fue a la cocina a servirse otro vaso de agua. Cogió ambos vasos y los llevó cerca de la cama, dejó el suyo en la mesita de noche y miró al chico.

Acarició el brazo desnudo del chaval y le susurró para despertarle. Cuando él abrió sus ojos soltó un quejido y se llevó un brazo a los ojos maldiciendo. Le palmeó el brazo y le tendió el vaso de agua con una pastilla de vitaminas.

- Esto te hará bien, te ayudará con la jaqueca.

Murmuró mientras el chico se sentaba en la cama y le agradecía cogiendo el vaso y la vitamina. Ella le imitó y sintió la pastilla caer por su garganta, algo que le recordaba cosas que debía evitar. Suspiró y miró al chico que la observaba con una sonrisa.

- Qué tal estás tú, estoy seguro que tienes más jaqueca que yo.

- Si tú supieras.

Respondió resignada pero sonriente. Él perdió la sonrisa y miró al techo.

- Te vas ya, ¿no?

Suspiró.

- Sí, es hora de que me vaya a mi casa. Hoy trabajo por la tarde y ya son las seis de la mañana, tengo que volver y prepararme.

- Entiendo... 

Se instaló un silencio tranquilo e incómodo hasta que él volvió a romperlo.

- ¿Volveré a verte?

Ella suspiró y evitó sus ojos.

- No lo creo... esto solo ha sido una noche desatada, y voy a ser sincera, la necesitaba, me quita el estrés... Pero no busco relaciones serias ni compañeros de cama. Siento esto.

- No, no pasa nada. Debería haberlo entendido cuando vi que te estabas emborrachando. Cambias mucho cuando estás ebria.

- Lo sé. 

Se alejó de la cama y recogió sus ropas del suelo y de una silla, vistiéndose. Él la miraba atentamente y se veía claramente su excitación bajo las sábanas. Él también estaba desnudo.
Ella le sonrió y se puso sus pantalones. Se acercó al chico y se subió sobre él.

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