#4 Familia

21 1 0
                                    

La mañana fue tranquila. Se despertó antes de que sonara su alarma y se levantó para preparar el desayuno. No recordó la presencia de Rodrigo en su casa hasta que el chavalín entró en el salón.

Él la saludó con un buenos días y se sentó en uno de los taburetes y esperó relajadamente.

- ¿Qué te apetece para desayunar? Tengo galletas y cereales, pero puedo prepararte algo si lo prefieres.

- No, con un vaso de leche y unas galletas voy bien.

Oria asintió y le colocó el paquete de galletas, el tetrabrik de leche y una taza en la encimera de la isla.

Al ser fin de semana, Rodrigo no tendría clases particulares por lo que tendría que llevárselo con ella.

- Hoy vamos a salir, tengo algunas cosas que recoger y algunas actividades que no puedo perderme. Espero que no te importe.

- Ningún problema.

Contestó secamente rascandose el hombro mientras terminaba su desayuno y lo limpiaba todo, guardando las cosas de donde ella las había sacado. Se levantó del taburete y se dirigió a su cuarto para prepararse sin que ella se lo ordenara.
"Responsable y educado" pensó Oria lavando sus propia taza antes de dejarla secar.

Entró en su baño se dio una ducha rápida y se vistió casual. Preparó su bolsa de deporte y cogió su móvil. Cuando salió vio a su sobrino sentado en el sofá esperando tranquilamente y en silencio.

- ¿Qué deportes te gustan?

Preguntó sobresaltandole. Él la miró rápidamente y esperó unos segundos antes de encogerse de hombros. Oria sabía que un niño tan obediente y silencioso no tenía una moral y/o autoestima saludable.

- ¿Te gusta cualquier deporte?

- El deporte es deporte, da igual el que sea.

Le contestó sin mirarla.

- ¿Qué te parece el boxeo o el kick boxing?

No contestó.

- ¿Y del capoeira?

Su única respuesta fue el silencio.

- ¡Eh! ¡Chico!

Exclamó Oria alzando la voz, raro en ella. Su sobrino se giró y la miró frunciendo el ceño.

- Qué quie...

- Nos vamos.

Le interrumpió recogiendo sus cascos y enchufandolos en su móvil. Recogió las llaves que estaban dentro de una tacita decorativa y abrió la puerta de salida esperando a su sobrino. Él la miró atentamente y se levantó dirigiendose a la calle.

Oria marcó un número de teléfono y esperó a que contestaran.

- Ey... - saludó. - ¿Tienes ya a mi bebé listo? ... Vale, voy para allá, muchas gracias chato.

Colgó y comenzó a andar por la calle. Rodrigo la siguió en silencio. Sentía la mirada de su sobrino puesta en ella y sonrió para sus adentros. Si creía que ella iba a hacer de madre iba listo, si él no contestaba ella no le obligaría igual que ella no estaría obligada a contestarle a todo. Así eran las cosas.

Estuvieron largo rato andando hasta que llegaron a un gran garaje abierto al público donde se había montado un pequeño negocio de mecánica. Allí un hombre mulato y bajo les recibió con una gran sonrisa y palmeó el hombro de Oria antes de guiarles al interior.
Rodrigo observó todo a su alrededor y Oria supo que se le hacía la boca agua ante la cantidad de motos deportivas y coches que estaban en reparación. Ella se sentía feliz ya que había adoptado a su bebé tirado en la calle como si fuera basura. Había estado totalmente estropeada pero Luis, un amigo que además era mecánico, se había encargado de su reparación y de pintarla.

AdicciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora