Capítulo 1.

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Bryan no estaba de muy buen humor. Había sido una semana muy larga y ahora se encontraba teniendo que consolar a su vecino, Alex Rood, que acababa de perder al toro de raza Salers que Bryan quería comprarle. Aquel toro era hijo de un gran campeón y una de las compras prioritarias de Bryan que estaba tan triste como Alex.

—Ayer, estaba bien —dijo Alex secándose el sudor de la frente mientras ambos observaban al animal que estaba tumbado de lado sobre la hierba—. No me podía venir peor que se muriera ahora, en plena temporada de cría —dijo el hombre pasándose la mano por el pelo cano.

Estaba pasando un mal momento económicamente, pero no se lo quería decir a Bryan.

—Esto no me parece muy normal. ¿Has despedido a alguien últimamente?

—Ya, yo he pensado lo mismo, pero hace más de dos años que no despido a nadie. No lo tenía asegurado, así que no me puedo comprar otro... todavía —añadió porque no quería que nadie supiera que estaba casi arruinado.

—Eso tiene arreglo. Tengo un toro Salers que compré hace dos años. Lo quería cambiar y comprar el tuyo, pero como eso ya no va a poder ser... mientras le busco sustituto, utilízalo tú durante la época de cría.

—Bryan, no puedo aceptar eso —dijo Alex sabiendo lo que costaban aquellos servicios.

Bryan levantó la mano y sonrió.

—Claro que puedes. Así, en primavera, yo elegiré el toro que más me guste de los que hayan nacido.

Alex se rió.

—Bueno, si es con esa condición, de acuerdo, pero me gustaría que alguien lo vigilara.

—No te preocupes. Tengo un par de vaqueros lesionados que no pueden salir con el ganado, así que pueden venir a vigilarlo.

—Nosotros nos encargaremos de darle de comer.

Bryan se rió.

—Muy bien, pero ya sabes que uno de estos come por tres hombres.

—No importa... —se interrumpió al oír un ruido detrás de ellos.

Era su hija, _______, cubierta de barro de pies a cabeza.

—Hola, papá. Hola, Bryan. Buenos días —saludó la chica, que llevaba una silla de montar sobre el hombro.

—¿De dónde vienes? —le preguntó su padre mirándola con los ojos como platos, al igual que Bryan.

—De montar un rato —contestó ella yendo hacia el porche.

—De montar un rato —murmuró Alex—. Primero le dio por dar de comer a los animales, luego por conducir al ganado, ahora por montar a caballo... No sé qué le pasa. Decía que se iba a ir a la universidad a hacer otro curso de psicología y, de repente, le da por decir que quiere aprender a llevar el rancho. No hay quién entienda a los hijos, ¿verdad?

Bryan se rió.

—Yo de eso no tengo ni idea. Ni tengo ninguna intención de tenerla. Bueno, volviendo a lo del toro. Te lo traigo cuanto antes y, si tienes algún otro problema, me lo dices.

Alex sintió un gran alivio. Los Mouque tenían cinco ranchos.

Eran la familia con más influencias políticas y económicas de la zona. El préstamo de aquel animal le permitiría recuperarse. Bryan era todo un caballero.

—Te lo agradezco mucho, Bryan. No lo estamos pasando muy bien últimamente.

Bryan se limitó a sonreír. Estaba encantado de poder ayudar a aquel hombre con el que llevaba años haciendo negocios.

Corazón Valiente. (Bryan Mouque)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora