Capítulo I

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-¡Lud! -mocionó su mano de lado a lado a manera de saludo. Estaba impaciente, no podía evitarlo.

Cuando Ludwig por fin estaba lo suficientemente cerca, Lutz no tardó en abrazarle fuertemente.

-Hola -dijo el chico de los ojos azules, correspondiendo al abrazo con menor entusiasmo que el contrario.

Lutz se separó del chico y besó su mejilla delicadamente, sonriéndole después y apreciando el rubor que se formó en el rostro ajeno. Ludwig, por su parte, no tenía idea de porqué había sido citado por Lutz.

El de los ojos violetas guió a Ludwig dentro del establecimiento. Un pequeño y pintoresco local de café al cual ya habían ido anteriormente, aunque no con mucha frecuencia. Escogieron sentarse en un gabinete con vista a la calle.

-¿Vas a querer ordenar algo? -preguntó Lutz, arqueando una ceja mientras llamaba al mesero.

Él sabía que a veces Lud se conformaba con sólo un café y otras veces con agua o simplemente con nada. Quizá lo hacía por cortesía, pues sabía que era Lutz quien iba a pagar al final.

-No, gracias -dijo mientras negaba con la cabeza-. ¿Por qué querías verme hoy?

El de ojos azules se acomodó en el asiento, poniendo sus hombros rectos. Su expresión permanecía estoica; después de todo, no era algo raro de su parte.

Lutz esbozó una pequeña sonrisa que dejaba ver un poco sus incisivos y, en cuanto llegó el mesero le indicó que sólo tomaría un café.

-Qué impaciente... -comentó, mientras se ponía cómodo en su asiento-. ¿En verdad quieres saber tan pronto? -preguntó, con afán de molestar al rubio-. Es decir, acabamos de llegar.

Ludwig volteó sus azules irises y colocó los brazos en la mesa, mirando directamente al que a aquél lugar le había llevado.

-Sí, quiero saber ya, Lutz -por un corto lapso de tiempo, su mirada se dirigió a la calle, queriendo romper el contacto visual con el contrario, pero, poco después, volvió a mirarle-. Comprenderás que no tengo todo el día.

-Ugh, trabajo, ¿no es así? -preguntó y el mesero llegó con el café a su mesa, colocándolo frente a él, quien se apresuró en darle el primer sorbo-. Bien, ¿recuerdas que me dijiste que te gustaban tanto los hombres como las mujeres? -colocó la taza devuelta en la mesa, observándole con impaciencia.

El rostro de Ludwig se arreboló levemente al escuchar la pregunta, sin embargo, asintió.

-No me digas que me conseguiste una cita, porque si es así...

-No, ese no es el caso -Lutz interrumpió repentinamente-, déjame terminar de hablar -hizo una pequeña pausa para poder reunir suficiente coraje-. Ludwig, ya hace un tiempo que nos tratamos, y en ese lapso nos llegamos a conocer relativamente bien. Sí, aún hay cosas que no sabemos el uno del otro, pero eventualmente nos abriremos más y seremos capaces de contárnoslas -paró de hablar un para ver la reacción del contrario.

-¿A qué vas con todo esto? -frunció el ceño, confuso.

-Todo este tiempo que hemos pasado juntos ha sido perfecto; nos gustan las mismas cosas, nos entendemos en ciertas formas... Somos perfectos juntos y sé que hay potencial entre tú y yo -aprovechando que los brazos del contrario se encontraban descansando en la faz de la mesa, tomó una de las pálidas manos del alemán y la sostuvo entre las suyas-. Los momentos que viva de aquí en adelante, buenos o malos, quiero que estés allí, conmigo.

-¿A qué te refieres, Lutz? -las expresiones estoicas que antes predominaban en su rostro, se convirtieron en puras muecas de confusión.

-Ludwig, ¿serías mi pareja? -preguntó, violeta chocó con azul cuando sus irises se encontraron con los del contrario.

Olvídate de élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora