❦ | Third Chapter

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—Quítate la camisa y siéntate.

Fue lo primero que le ordeno la enfermera Ailee a Miguel.

Ella lucía realmente molesta, echándole miradas furtivas al profesor Borja recargado en la puerta de entrada. Éste le había informado sobre la situación hace algunos minutos. La confidencialidad que debían tener las heridas que pudiera tener el muchacho.

Miguel se sonrojo profundamente pero accedió, una vez se sentó en la camilla azul empezó a sacarse la prenda superior tinta. Omitió hacer muecas dolorosas por el roce; Le había costado montones vestirse por la mañana, pero prescindió de recordar que deshacerlo también lo haría.

El saco, la camisa de satén blanca, hasta que quedó en camisón de resaque.

Se sintió cohibido al quedar sin ella, colorándose hasta las orejas y mostrando su torso pálido con respiración irregular ante las únicas personas en la habitación. Las contusiones púrpuras, rasguños y cortes cubrían todos los relieves, planicies y depresiones de su anatomía. La enfermera tuvo que apartar la mirada brevemente, sintiendo sus ojos picar y la lástima rasgar su garganta. El chico estaba realmente mal.

De cualquier manera Miguel se negó a mirar la compasión en cualquiera del par de ojos, únicamente permaneció mirando sus zapatos negros.

La enfermera fue por gasas, vendas y elementos de curación a la habitación contigua, haciendo tiempo para darse ánimos de atender al muchacho. Iba a ser una larga tarde.

Cuando Miguel elevó la mirada al sonido de la puerta cerrándose, divisó al profesor Borja viendo detenidamente sus heridas. Dos segundos más tarde el ojinegro volvió a bajar la mirada, fingiendo no haber visto el tormento en las expresiones de Luzuriaga.

Entendía el enojo por no haber logrado su expulsión pero...

¿Por qué la tristeza?

Miguel sonrió, había tenido el mismo dilema con la mirada de Guillermo. La sonrisa se le desvaneció al caer en cuenta. La discusión, aquellas palabras entre ellos...

Miguel se atrevió a volver a mirar los ojos del profesor, buscando comprobar algún parentesco dentro del color de estos.

Eran inequívocamente canela, profundos con esas matices amarillos y...

Casi mieles.

Como los de Guillermo Díaz.



•°❦°•




— ¿Tienes algo que ver con el profesor Borja? —Le preguntó Samuel al castaño mientras recogían basura en el jardín del instituto. No habían tenido suerte al ser mandados a detención un lunes; ese día siempre los bajaban para ayudar a los intendentes. El ojigrís hizo una mueca al picar un lonche mohoso, sin olvidar presenciar a tiempo real la parálisis corporal de Díaz ante la pregunta.

El muchacho se había quedado quieto en cuclillas delante de las botellas rotas de coca cola del piso. Era indudable que la respuesta era un si.

— ¿Por qué lo preguntas? —Se atrevió a cuestionar Guille, volviéndose a poner en movimiento y metiendo los vidrios en la bolsa negra dada para la actividad. A Samuel le dio un poco de risa. Sí lo evidente tuviera patas se apellidaría 'Díaz'.

Crazy! My Prince | RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora