Kirios

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El aire ondeaba suavemente sus rizos. El cabello le llegaba por encima de los hombros, como mi pelo recién cortado. Su rubio oscuro contrastaba con sus ojos azules, tan profundos. Y sus alas, sus alas eran blancas como la nieve recién cuajada. Un blanco que relucia en la oscura noche. Era un hermoso producto de mi imaginación, pensé.

Siempre había querido tener los ojos claros. Sin embargo, mis ojos eran marrones y no contrastaban para nada con mi cabello moreno. María me solía decir que mis ojos eran bonitos, que llamaban la atención tal como eran por que tenía las facciones de la cara 'muy finas' según ella.

Él me observaba fijamente sin articular una palabra. Sus ojos me intimidaban, no conseguía aguantarle la mirada. ¿Era real lo que estaba viendo? Llegué a pensar que los nervios me estaban jugando una mala pasada, que estaba delirando.

- ¿Qué eres? -Pregunté inquieta.

- Kirios - Contestó, acercándose cada vez más a mi.

- ¿Kirios? ¿Eso es un nombre? - Le dije entre carcajadas.

Cuando me quise dar cuenta, estaba prácticamente pegado a mí. Sin quererlo me bajé del bordillo de la azotea. Me estaba asustando, pero no podía parecer que lo estaba. ¿Qué narices estaba pasando?

-No te he preguntado tu nombre - Le dije temblando - Te he dicho que qué eres, y qué es lo que estas haciendo aquí, aparte de molestar.

- Soy Kirios, tu ángel protector - Me sonrió. Y madre mía, que sonrisa - No me has visto nunca, pero yo llevo toda la vida observándote Evelyn. En estas circunstancias, estoy obligado a dejarme ver, es decir, antes de tu muerte.

- ¿Mi ángel protector? - comencé a desplazarme despacio hacia las escaleras que llevaban de nuevo a casa, necesitaba volver a mi cuarto como fuese. Pero él se acercaba a medida que yo me alejaba.

- Evelyn, tranquila. Puedo notar tu miedo. Soy inofensivo, procedo del cielo. He nacido para protegerte y vigilarte a lo largo de tu vida. He nacido por ti.

Me paré en seco. Tenía que saber de alguna forma que era real. Extendí mi mano, y le toqué el pelo. Mientras, él observaba todas y cada unas de mis reacciones. Decidí tirarle del mechón de pelo que tenía en mi mano, para ver si sentía algo y para asegurarme de que era real lo que estaba viendo.

- ¿Pero qué haces? - Su rostro parecía enfadado. Seguía siendo bello, pero su mirada cambió - No te quieres dar cuenta Evelyn. Soy de verdad, tengo sentimientos, y también me molesta un tirón de pelos.

- Si yo tengo un ángel protector, ¿las demás personas también lo tienen? - Me costaba creer lo que veía. Sentí que tenía que hacerle preguntas.

- Exacto. A cada persona le corresponde un ángel protector, que, como te he dicho antes, sólo se deja ver en el momento de la muerte de dicha persona.

- Entonces... ¿Daniel tiene otro ángel como tú? - Pensé muy bien esta pregunta antes de decirla. Si era verdad que me había estado observando toda mi vida, tendría que saber quien era Daniel. Si no, no tendría ni idea de quien le hablaba.

- ¿Tu padrastro? Por supuesto que no. Ningún ángel es igual a otro, no todos procedemos del mismo lugar. Es verdad que la función de todos los ángeles protectores es vigilar y ayudar a la persona que se nos asigna, pero esa persona que se nos asigna se corresponde con nuestra procedencia.

- Vale, entiendo - suspiré.

Por fin él estaba quieto, sin acercarse más a mi. Yo estaba prácticamente en la puerta. No sabía si abrirla, Kirios seguía teniendo su mirada fija en mi. Estaba claro que sabía quién era. Todo lo que me decía parecía ser verdad.

La abrí. Bajé corriendo las escaleras hasta llegar al largo pasillo que daba con mi habitación. Siempre me había gustado tener la habitación del fondo, pero en estos momentos maldije que estuviese tan lejos. Corrí por el pasillo hasta que tropecé con la larga alfombra roja de terciopelo que lo cubría.

- Dame la mano, que te ayudo.

Otra vez su voz. ¿Pero cómo...? Levanté la cabeza y ahí estaba Kirios. Esta vez, con las alas cerradas.

EVELYNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora