XI. El silencio

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— Wonwoo.

El pianista melancólico estaba concentrado en la libreta que tenía delante, mientras su mano izquierda anotaba signos, comentarios y cambios de tiempo en medio de la partitura. Apenas le prestaba atención a la vocecita que venía del salón, compitiendo en insistencia con el volumen de la televisión.

— ¡WONWOO!— gritó _______, alzando más la voz. Estaba sentada de piernas cruzadas en el sofá, viendo cómo una familia desestructuraba se insultaba en la televisión. No quería levantarse pero, a ese paso, jamás conseguiría que le respondiera. Al final, suspiró y así lo hizo, dirigiéndose hacia la mesa del comedor donde había estado sentado desde que ella se había levantado- por lo visto, se había tomado la mañana libre del trabajo, aunque aún tenía clientes a los que ver por la tarde- escribiendo una nueva partitura. Tomando una profunda bocanada de aire, se acercó a él y puso su barbilla sobre el hombro del joven.

— Wonwoo— suspiró dramáticamente —tengo hambre.

— ¿Ah, sí? Pues come algo— el conectó unas notas y dibujó una tosca línea para medirlas. Ella se mordió el labio.

— ¿Comer qué? Ni siquiera puedo hacer unos huevos revueltos. ¿Sabes lo que quiero? Panqueques. ¿Puedes hacérmelos?—  ninguna respuesta —Por favor. ¡Los tuyos están buenísimos! ¿Qué les echas, canela? Qué ricos. Nunca antes había probado panqueques con canela.

Wonwoo la miró, irritado.

— Estás empezando a molestarme.

Ella le devolvió la mirada, desafiante.

— Pues puedo ponerme aún peor— y, justo después, le rodeó el cuello con sus brazos y empezó a tirarse encima de él, haciendo que su peso le dificultara la tarea de escribir —¡Wonwoo! ¡Quiero panqueques!— gritó, subiéndose aún más —¡Por favor! ¡No puedo soportar el hambre! ¡Me siento muy débil! ¡El salón está dando vueltas!

Wonwoo suspiró. Sí que era molesta, sí. Después del incidente con sus amigos del instituto, había decidido ignorarla durante toda una semana como castigo, pero ella no le estaba poniendo las cosas fáciles. Desde aquella noche, estaba irritablemente encantadora, lo que no era malo, pero empezando a añorar los momentos en los que estaba callada y aislada...

— ¡Aah!— al final, el peso de la joven hizo que cediera y Wonwoo se agarró al borde de la mesa. Sin embargo, sus dedos no pudieron soportarlo mucho más y acabó cayéndose al suelo, con _______ aún a su espalda.

— ¡Panqueques!— pataleó ella —¡Me muero de hambre!

— Bien. Te haré tus malditos panqueques— la tomó de las muñecas y la apartó, liberándose de su abrazo —Pero será mejor que me supervises; tal vez añada veneno cuando tú no mires.

_______ se sentó y sonrió, satisfecha.

— Muy bien— entonces, se levantó del suelo y lo siguió hasta la cocina. Octubre estaba empezando y le costaba asimilar que llevara allí un mes. Tal vez Wonwoo se estuviera cansando de ella... y lo cierto era que la joven no le ponía las cosas fáciles —Y, ¿en qué estás trabajando, si no te importa que te lo pregunte?

Wonwoo abrió la nevera y empezó a tomar los ingredientes que necesitaba.

— En una suite— tal vez no hubiera empezado así, pero últimamente siempre veía estampados musicales en cada habitación en la que había estado. Seguramente, en cuanto tuviese todas las notas, tuviera que ordenarlas y, al tocarlas todas juntas, sonarían tan bien que todo su público lloraría de la emoción por el genio que tenían delante. Cerró el frigorífico y abrió uno de los cajones, de donde sacó un bol —Considérate afortunada; hay cientos de personas que morirían por saber en qué estoy trabajando.

| m u s e |  ♡ wonwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora