Latrocinio de almas

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El rastro se estaba borrando.

Llovía con intensidad y el lodo los ralentizaba. Dyn tenía frío y su ropa estaba mojada. Iba sentado,en el lomo de Wyn como si de un caballo se tratase y observando atento al frondoso bosque en el que se encontraba. Las huellas marcadas por los multiformas estaban desapareciendo con la lluvia. Sin duda, Dyn estaba frustrado a causa de ello y cada vez se desesperaba más pero era algo que él no podía evitar.

Se preguntaba de dónde adquirían la capacidad para transformarse en distintas criaturas, a cada cual más poderosa. Sabía que no era una cualidad natural sino más bien una cualidad externa a su naturaleza. Había oído hablar de magia, alquimia y hechicería pero siempre había pensado que tan solo estaba presente en las criaturas que habitaban bosques y montes y que la magia realizada por humanos no era más que una farsa.

Pararon. Estaban ya cerca de una laguna y la noche estaba próxima. Si no hacían el campamento en ese momento, la noche caería y el sol quedaría oculto más allá del horizonte. Sabía que si eso ocurría, más tarde no sé podría ver nada pues todo quedaría en completa oscuridad así que decidió ponerse manos a la obra. Fueron en busca de ramas grandes, de alrededor de dos metros. Ya cuando tenían todo listo, entre ramas y hojas, buscaron el sitio adecuado para acampar.

Todo estaba listo. Habían encontrado tres árboles que formaban un triángulo y transversal a ellos colocaron tres ramas para construir una especie de tejado cubierto de hojas para evitar así la lluvia. Dyn como experto cazador sabía encender un fuego así que, con ramas y corteza de abedul encendió una hoguera. Sabía que el abedul podía prender aún mojado y tuvo suerte de encontrar uno a no muchos metros de su campamento. Wyn se acostó y ya acostumbrada a la presencia de Dyn, dejó que este se acostara apoyando la cabeza en su lomo como si se tratara de una almohada.

* * *

Bosques de Girai. Era medianoche. Las sombras volaban por el cielo. Desde la tierra, parecían del tamaño de un gorrión pero eran mucho más grandes, del tamaño casi de un buitre leonado.
Descendieron al suelo desplegando sus alas para luego pegarlas a su cuerpo. Cayeron en picado pero antes de llegar al suelo,las alas desaparecieron convirtiéndose en una capa roja escarlata.

Descendía con velocidad. Las nubes eran bajas y estaba contemplando el bosque, buscando alguna señal de vida de la cual se tendría que encargar. Entonces lo vió. Un fuego encendido se encontraba a unos pocos metros y ellos no querían testigos.

Se acercó al fuego y lo vió. Era un cazador, con su arco y su espada, que se había quedado dormido apoyado en un árbol. Se transformó en un piromante. La magia del fuego corría por sus venas  y a continuación rendió fuego al cazador, por una simple razón... No querían testigos. El cuerpo del cazador ardió y su asesino ya se encontraba en el aire, volando. Desde dónde se encontraban Dyn y Wyn, se escuchó un grito, pero era un grito que salió desde lo más profundo del hombre, era un grito de agonía.

Todos llegaron al mismo punto y ya en el suelo, se reunieron. Estaban colocados en círculo, y entonces, se agarraron entre ellos de los antebrazos. Uno de ellos no se había agarrado pues, era el elegido. Se acercó al centro, dejó una piedra color violeta, se incorporó al círculo y extendió los brazos con las manos abiertas. Empezaron a repetir una frase una y otra vez. Entonces, de la piedra surgió un fuego morado que ardía con intensidad y que iba tomando cuerpo y rostro. Se trataba de un espíritu fatuo.

Espíritu fatuo. Los espíritus fatuos eran almas que vivían en un bosque y que eran absorbidas por un fuego fatuo y que adquirían de este modo un cuerpo etéreo visible al caer el sol. La piedra morada que había sido colocada en el centro era un cristal jaula. Eran cristales prohibidos ya que eran capaces de atrapar almas y espíritus y absorber el poder que contienen.

Un grito se escuchó, el espíritu profería aullidos de dolor y pedía piedad a los seres que se encontraban en círculo.

Cuando todo acabó, el mismo que había colocado la piedra, la retiró y se incorporó al círculo con la piedra en la mano. Entonces, se volvieron a agarrar entre todos y sus ojos se tornaron completamente a un púrpura brillante. Quedaron dentro de un círculo morado que representaba lo más antiguo y arcano. Cuando sus ojos volvieron a su color original, terminó la ceremonia. Habían absorbido el poder del espíritu fatuo y con ello, cada una de sus transformaciones se volvería más poderosa.

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⏰ Última actualización: Nov 27, 2016 ⏰

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