ACTO CUARTO

202 4 1
                                    


ESCENA PRIMERA, II Y III

(FILAMINTA Y ARMANDA)

FILAMINTA.-

¡Voy a explicarles bien claro a mi marido y a tu hermana quién es la persona que en esta casa razona y, por lo tanto, manda...! Les voy a demostrar la supremacía indiscutible del espíritu sobre el cuerpo y de la forma sobre la materia. ¡Faltaría más!.

ARMANDA.-

Por lo menos te deben un cumplido, una explicación... Y el comportamiento de Clitandro es francamente extraño. Está empeñado en ser tu yerno en contra de tu voluntad.

FILAMINTA.-

¡Todavía no se ha salido con la suya...! Yo le veía con buenos ojos cuando te cortejaba, pero nunca me convenció del todo su manera de proceder. Fíjate: sabiendo que me dedico a escribir nunca me pidió que le leyera ni una sola línea. ¡Es inaudito!

ESCENA II

(CLITANDRO, que entra cautelosamente y escucha sin dejarse ver; ARMANDA Y FILAMINTA)

ARMANDA.-

En tu lugar, tampoco consentiría este matrimonio. Me ofendería que alguien pudiera pensar que hablo de esto como parte interesada o influida por algún tipo de despecho... No. El alma se hace fuerte gracias al sólido recurso de la filosofía, y, gracias a ella, me he colocado por encima de esas pequeñeces. Sencillamente me duele como te trata. Nunca he visto que manifestara el más mínimo aprecio por ti.

FILAMINTA.-

¡El muy necio!

ARMANDA.-

A pesar de que tu reputación de intelectual y de artista es cada día más notoria, siempre se ha mostrado con una gran frialdad a la hora de alabarte.

FILAMINTA.-

¡El muy bestia!

ARMANDA.-

A veces he leído versos tuyos con la esperanza de que le gustaran, pero jamás lo he conseguido...

FILAMINTA.-

¡Qué impertinente!

ARMANDA.-

Otras, hemos discutido sobre...

CLITANDRO.-

(A Armanda.) ¡Despacio, por favor! Un poco de caridad, Armanda, o, por lo menos, de honradez. ¿Se puede saber qué es lo que te he hecho? ¿Cuál ha sido mi ofensa para querer aniquilarme de esta manera, para hacerme odioso ante las personas que me son más necesarias? Dime: ¿de dónde nace ese horrible enojo? Tus virtudes me cautivaron hace un tiempo y me desviví en tratar de agradarte. Toda mi pasión, todos mis anhelos, no lograron nada y siempre te opusiste a mis deseos. Entonces y ahora respeto tu decisión. Lo que rechazaste se lo ofrecí después a tu hermana pequeña. Te juro que fui sincero en ambas ocasiones. Dime: ¿es tu culpa o es la mía? ¿Fuí yo quien te dejé o fuiste tú la que me alejaste?

ARMANDA.-

¿Llamas ser opuesta a tus deseos el querer despojarlos de lo que tienen de vulgar, procurando reducirlos a esa pureza en que consiste la belleza del verdadero amor? ¿No te parece más gozosa una unión de corazones en la que no interviene para nada la grosería de los cuerpos? ¿Es que sólo sabes amar con un amor material cuyo único objetivo es casarse? ¡Ah, qué extraño amor! ¡Pues óyeme bien: se ama por amar y no por otra cosa! ¡Nuestros arrebatos deben ir dirigidos hacia la plenitud del espíritu, y no debemos ni notar la existencia de nuestro cuerpo!

GUIÓN- LAS MUJERES SABIAS - MoliereDonde viven las historias. Descúbrelo ahora