Gritos Silenciosos

Frase 51

He vuelto a mi pequeño rincón como la loba herida que se refugia en su cueva de las colinas escarpadas.

Creo que os acordáis de ella. Ha librado tantas guerras desde aquel último 14 de febrero que no volverá a ser la misma. Quien juega con fuego se tiene que quemar, supongo. La probabilidad no estaba de mi parte esta vez. Y con un dragón en medio...

Está claro, que vengo a marcar un antes y un después entre los recuerdos de este ya polvoriento baúl. Siempre parece que vengo con las ideas más claras, pero desde luego, no he salido del mismo estúpido laberinto desde las primeras líneas que he dejado a vuestro alcance. Hasta ahora. No es la primera vez que lo digo, pero sí la primera que sé que no daré más pasos hacia atrás. Aun así, por supuesto, sigo nadando en un mar de dudas. Y sigo escribiendo en el anonimato porque no quiero que ellos sepan que quien tiene estas dudas soy yo.

Hay dos eslabones en mi vida. El resto ya no importan, ya no están, son huellas en la arena que ha ido erosionando el ir y venir de la marea. A penas queda su recuerdo en el aire como único rastro de su paso por mi vida. Pero estos... Parecen haber paseado por ese jodido punto exacto que no alcanzan las olas. Y por suerte o por desgracia para mí o para ellos, quiero que siga siendo así.

Un león y un dragón, dos depredadores que saben lo que quieren, y que me hacen olvidarme de lo que quiero yo. O quizá, quererlo todo.

Uno te tiende la luna en sus manos, y el otro te entrega las estrellas en un tarro de cristal. No es el león del que habéis oído hablar, y desde luego, no hablo tampoco del dragón que creía conocer; pero de eso, ya os iréis dando cuenta; hablo de un león de verdad que no necesita manada para ser el rey de su selva, y un dragón que contrario a lo que en un principio mostró a veces tiene fuego que quema.

Y yo, que aún me lamo las heridas de mi última batalla, siento que me he olvidado por quien aúllo en realidad...