Frase 73

60 4 0
                                    

  Y empieza la ansiedad otra vez, sientes tu cuerpo sudar frío, se te hielan las extremidades, comienzas a temblar, tus ojos derraman más y más lágrimas, cuesta respirar, sientes que en cualquier momento vas a morir, comienzas a ver borroso, te pesa todo el cuerpo, sólo quieres caer en un vacío y no salir a flote nunca más. Te palpitan las venas de tus brazos, es insoportable, acercas la cuchilla a tu brazo, luego de mucho tiempo, te tiemblan los dedos, sientes que no debes hacerlo, cada vez está más cerca de tu piel, una vez más, después de meses de abstinencia. Te duele estar en esta situación, te descontrola, te descompone, te sientes débil e indefensa, esta vez no será como las anteriores, sabes que si lo haces no pararás, esta vez no lo harás, tienes eso en mente, pero no te detiene, mas bien te da más fuerzas. Clavas la cuchilla en tu brazo, rápido y profundo, la inclunas de un extremo de tu muñeca al otro, en forma horizontal, está bien, no es lo suficientemente profunda, pero aun así sale una buena cantidad de sangre, se manchan tus jeans, eso da igual, sientes un alivio, el dolor no es obstáculo, te hace querer más, te incita a seguir con tu cometido, puedes respirar más relajada, pero tus manos siguen temblando al igual que el resto de tu cuerpo. Después de un rato, decides continuar, el mismo proceso, una, dos, tres veces, sigues por más veces, no te satisface, sientes que debe ser peor, más profundas, decides hacerlo en el otro brazo, con más potencia, más fuerte, con más ira, después de unos cuantos cortes, te detienes, miras a tu alrededor, al suelo ensangrentado, las lágrimas siguen saliendo, comienzas a sentir presión en el pecho, como si te lo aplastaran, debes seguir. Pero esta vez, diferente a las otras, ya no tienes la misma fuerza que al principio, sientes cansancio, te pesan y duelen los dos brazos, ensangrentados. Decides terminar de una vez, te sientes mareada, no te lo impide, te paras frente al espejo, y lo haces de una vez, cortas verticalmente el brazo izquierdo, sabes que se viene ahora, lo has leído, pero no te alteras, te relaja, te sientes bien con aquella sensación, pasan los minutos, con las pocas fuerzas que te quedan, con la vista nublada, no sientes tu brazo izquierdo, pero lo haces por instinto, tomas la cuchilla de nuevo, y la pasas por el brazo derecho de la misma forma anterior. Caes al suelo casi sin vida, ya no sientes dolor, sientes que todo aquello que te atormentaba se va, se despide y se marcha, te desvaneces en el suelo, rodeada en un charco de sangre, miras la nota sobre el retrete, es para tu madre, dice todo aquello que nunca te permitiste decirle antes, nombras a tu hermano pequeño, además de a tus familiares más cercanos, sientes tristeza por ellos, pero en unos momentos, eso también se ira, sonríes por última vez, ya no sientes tu cuerpo, es como si alguien te hubiese sacado de él, te agrada la sensación, tus párpados pesan, tus ojos dejaron de emitir lágrimas hace un rato, te sientes feliz, te gusta y de un momento a otro, sonríes otra vez con las casi nulas, fuerzas que te quedan y tus ojos se cierran.  

Gritos SilenciososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora