( nota: en esta historia Mahiru es mujer)Mahiru era la hija del señor Tsubaki, funcionario de Servamp. Tenía un primo llamado Kuro, que era un joven inteligente y apuesto. Habían crecido juntos y, como el señor Tsubaki quería mucho al muchacho, dijo que lo aceptaría de yerno. Ambos escucharon la promesa, y como estaban siempre juntos, el amor aumentó día a día. Ya no eran niños y llegaron a tener relaciones íntimas. Desgraciadamente, el padre no lo advirtió. Un día un joven funcionario llamado Sakuya le pidió la mano de su hija y el señor Tsubaki , olvidando su antigua promesa, consintió.
Mahiru, debiendo elegir entre el amor y el respeto que le debía a su padre, estuvo a punto de morir de pena, y el joven estaba tan despechado que decidió abandonar el país para no ver a su novia casada con otro. Inventó un pretexto y le comunicó a su tío que debía marchar a la capital. Como el tío no logró disuadirlo, le dio dinero, regalos, y le ofreció una fiesta de despedida. Kuro, desesperado, pasó cavilando todo el tiempo de la fiesta, diciéndose que era mejor partir y no empeñarse en un amor imposible.Kuro se embarcó una tarde y había navegado unas millas cuando cayó la noche. Le dijo al marinero que amarrara la embarcación y que descansaran, pero por más que se esforzó no pudo conciliar el sueño. Hacia la medianoche, oyó pasos que se acercaban. Se incorporó y preguntó:
-¿Quién anda ahí, a estas horas de la noche?
-Soy yo, soy Mahiru.
Sorprendido y feliz, Kuro la hizo entrar a la embarcación. Ella le dijo que el padre había sido injusto con él y que no podía resignarse a la separación. También ella había temido que Kuro, en su desesperación, se viera arrastrado al suicidio. Por eso había desafiado la cólera de los padres y la reprobación de la gente y había venido para seguirlo a donde fuera. Ambos, muy dichosos, prosiguieron el viaje a Szesuen.
Pasaron cinco años de felicidad y ella le dio dos hijos. Pero no llegaban noticias de la familia y Mahiru pensaba cada vez más en su padre. Ésta era la única nube en su felicidad. Ignoraba si sus padres vivían o no, y una noche le confió a Kuu-chan su pena.
-Eres una buena hija -dijo él- ya han pasado cinco años y se les debe de haber pasado el enojo. Volvamos a casa.
Mahiru se regocijó y se aprestaron a regresar con los niños.
Cuando la embarcación llegó a la ciudad natal, Kuro le dijo a Mahiru.
-No sabemos cómo encontraremos a tus padres. Déjame ir antes a averiguarlo.
Al divisar la casa, sintió que el corazón le latía. Kuro vio a su suegro, se arrodilló, hizo una reverencia y pidió perdón. Tsubaki lo miró asombrado y le dijo:
-¿De qué hablas? Hace cinco años Mahiru está en cama y sin conciencia. No se ha levantado una sola vez.
-No comprendo -dijo Kuro- ella está perfectamente sana y nos espera a bordo.
Tsubaki no sabía qué pensar y mandó dos doncellas a ver a Mahiru.
La encontraron sentada en la embarcación bien ataviada y contenta. Maravillada, las doncellas volvieron y aumentó el asombro de Tsubaki.
Entretanto, la enferma había oído las noticias y parecía haberse curado: sus ojos brillaban con una nueva luz. Abandonó el lecho y se vistió ante el espejo. Sonriendo y sin decir una palabra, se dirigió a la embarcación.
La que estaba a bordo iba hacia la casa: se encontraron en la orilla. Se abrazaron y los dos cuerpos se confundieron y sólo quedó una Mahiru, joven y bella como siempre. Sus padres se regocijaron, pero ordenaron a los sirvientes que guardaran silencio, para evitar comentarios
FIN
Titulo original: el encanto
Anonimo