C a p í t u l o 2.

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Luna = Roxanne.

Las mañanas nunca fueron el fuerte de Matteo, y mucho menos, de Simón. Los levantó la alarma de su teléfono, y como era de esperar; ambos la apagaron de nuevo. Gracias a Dios, Amanda los levantó a los dos con algunos escobazos en la cabeza.

Simón seguía dormitando, por eso, se desvió de su camino hacia el baño, y terminó en el piso de los invitados.

Allí, Ámbar tomaba una ducha tranquila. Simón se quitó la remera, estaba más que convencido que estaba en su propio baño; aún sin comprender muy bien porqué la ducha se encontraba encendida con anticipación.

Ámbar vivía allí también, era la hija de la cocinera, que por razones raras, se encontraba viviendo allí también.

El vapor nublaba la visión de Simón, pero pudo escuchar un canto femenino; dulce y determinado. Ámbar. Abrió los ojos como platos, y la vio parada de costado a él. La cortina tapaba su cuerpo, pero se podía apreciar su piel bronceada.

Se fue corriendo con urgencia, chocándose con Roxanne, que justo estaba pasando por allí.

-¿Acaso eres ciega?- espetó -Si ves que estoy pasando, quítate.

-P...perdón, no sab...bía que...- tartamudeó, pero él sabía que su falta de ropa estaba logrando que no pudiera concentrarse.

-Simón, ¿y a ti qué puta te pasa?- Matteo apareció en la escena -Te dije que no la trataras así.

-¿Por qué?-desafió Simón -¿Por qué tengo que tratarla como una maldita reina?

-Porque yo te lo digo- Matteo bramó, dando un paso hacia adelante, decidido a impactar su puño contra la mandíbla de su hermano.

Roxanne se interpuso entre ambos.

-Ya dejen de pelear y vayan a vestirse- soltó ella y ambos miraron hacia abajo- Llegarán tarde a la universidad y sus padres los matarán.

-¿Y tú quien te crees para mandarnos?- replicó Simón.

-Me creo Lun... Roxanne- levantó la escoba en su dirección -Y si no quieres terminar con un ojo morado será mejor vayas.

Matteo miró la escena con gracia y ocultando una risa. Simón se quedó callado, pero de todas maneras desapareció por las escaleras.

-Gracias- Roxanne le sonrió a Matteo.

-De nada- él susurró.

(...)

A las cinco de la tarde, Simón se encontraba sentado en el sillón; mirando algún programa de televisión.

-¿Y Roxanne?- Matteo preguntó, apareciendo en la sala.

-Se está cambiando- contestó Simón con simpleza.

Matteo frunció el ceño.

-¿Tú cómo sabes eso?

Roxanne apareció en la sala con un uniforme; un vestido negro dos dedos sobre la rodilla, a mangas cortas y un delantal blanco.

-¿Por qué estás vestida así?- el menor no podía entender porqué se encontraba vestida de aquella manera si esta mañana usaba ropa normal.

-Mamá se lo dijo- Simón contestó por ella.

Matteo sintió pena al ver la expresión avergonzada de Roxanne, pero no podía hacer absolutamente nada para arreglar eso. Porque era la voz de su madre, contra la suya.

Se limitó a ofrecerle una mirada de disculpa, que fue respondida por una simple sonrisa.

_________

Simón estaba encendiendo un cigarrillo en cuánto Ámbar apareció en el balcón. Se alarmó y arrojó el cigarrillo encendido al pasto, pero ya era tarde; ella lo había visto.

-Tranquilo- ella calmó -No se lo diré a nadie.

Él soltó un suspiro y le sonrió.

-Gracias- dijo, agradecido, y se dispuso a encender un cigarrillo.

Había aguantado desde esta mañana y para esta etapa del día ya se estaba volviendo loco.

Ámbar parecía estar viendo al mismo Dios bajando de la tierra; Simón se veía más que irresistible desde el ángulo en el cuál ella lo estaba observando, con los ojos cerrados y expulsando el humo por la nariz.

-¿Puedes...? ¿Puedes... enseñarme?- le preguntó ella, en voz baja.

Simón volteó a verla.

-¿Segura?

Ámbar sólo asintió.

Él inhaló el humo y lo contuvo. Ella captó y se acercó hasta quedar frente a él. Simón apretó la mandíbula ante su cercanía; que no era incómoda, y se odiaba por querer tenerla aún más cerca.

Pegó su frente a la suya y expulsó el humo por la boca con lentitud. Ámbar tosió con fuerza, el humo quemándole los pulmones; provocando una picazón increíble en la garganta.

Ella se apoyó en su pecho, cerrando los ojos y dejándose llevar por esta sensación tan placentera que hacía que le temblaran las piernas y se le estrujara el estómago.

Y tal vez, pudiera perder el equilibrio y la respiración varias veces; pero se ganaba tiempo con él, y nada era mejor que eso.

Mafia Valente. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora