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Llego a la dirección que viene indicada en el último mensage que me mandó. Le envío un whatsapp, sin dejar de mirar a mi alrededor. Son las cinco de tarde, y en pleno verano en Sevilla no hay un alma en la calle. Es un barrio amplio y las aceras no son para nada estrechas, lo que haría evidente mi presencia por allí para cualquier transeúnte. Mientras espero a que aparezca el doble tick en la pantalla de mi smartphone, me percato de que alguien me observa. Lo siento, estoy completamente segura, pero aun mirando a todas partes no veo a nadie. -Mierda- pienso -Vecinos cotillas...

En absoluto. Cuando ignoro dicha sensación, descubro al culpable de esta. Ahí está él, en el único lugar que mi vista no ha llegado a alcanzar.

Por el balcón de aquella casa sin timbre que se alza ante mí, asoma un chico moreno con sonrisa pillina. Adoro esa expresión que pone cuando está tramando algo que sólo él sabe.

Me guiña un ojo, y hace un gesto para que espere. No quiero estar aquí fuera de pié ni un minuto más, me muero de calor. En menos de lo que esperaba, escucho el ruido de los cerrojos que hay tras la vieja puerta abrirse uno por uno.

Por fin lo tengo ante mí.

En silencio, lo miro de arriba abajo. Sus hombros anchos, esa musculosidad, su cintura estrecha... Sus ojos miel, ese color que se vuelve tan intenso cuando va a hacer algo malo. Tan bronceado como siempre, y... con las mismas ganas.

Antes de que pueda reaccionar, me lleva en brazos escaleras arriba, mientras pataleo en vano. No puedo parar de reír. Este idiota siempre me sorprende.

-¡Para! ¡Suéltame imbécil!

Ríe, ríe y ríe. Y me encanta su risa. Y como adoro oírle reír, sigo haciendo que ría.

Llegamos en cinco segundos al piso de arriba. No sé cómo no nos hemos caído por las escaleras.

Mejor dicho, no sé cómo no nos pasa nada nunca... Como diría mi madre, tengo el cielo ganado con este chaval.

-Te la vas a ganar guapito... hoy no te vas de rositas.

-¿Sigues enfadada por lo del otro día?

Ya no lo recordaba. Es cierto, me fui "enfadada" de la cafetería el último día. Como es lógico, realmente no estaba enfadada. Es más, aunque tuviera razones para estarlo, no podía parar de reír dentro de mí.

EyelinerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora