001.

459 38 18
                                    


Hacía frío, el viento me calaba los huesos. No podía ver absolutamente nada. Pensé que estaba de nuevo encerrada en el armario, que me había desmayado o algo. Sentía la piel mojada, como si hubiera caído en una laguna, o como si estuviera reviviendo el momento en el que mis amigos y yo hicimos el Ice Bucket Challenge en el colegio; ese día nos suspendieron por una semana. Pero no. No me podía mover, me estaba ahogando. Sentía la desesperación correr por cada vena de mi cuerpo. Sentía cómo el agua entraba a mis pulmones, es horrible. Mis piernas se helaban. Mi cuerpo temblaba de horror. ¿Iba a morir? No, no, no. Intenté nadar de nuevo. No podía. Algo me lo impedía. ¿Qué podría estar peor?

Una voz gritó detrás de mí. Era un poco difícil entender lo que trataba de decirme. Lo único que lograba identificar era mi nombre. Alex. Alex. Alex. Una y otra vez.

De golpe, algo me atrajo de nuevo a la realidad, sentí de nuevo todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo. Sentí cada uno de mis latidos apresurados. Recobré la respiración mientras veía lo que estaba a mí alrededor.

Mi habitación.

Estaba acostada en mi cama con cobijas rojas, el aire en definitiva era frío gracias a la calefacción. Seguía pasmada, traté de articular algunas palabras. Pero lo único que salió de mi boca fue:

— ¿Mamá?

— ¡Alex! ¡Despierta! ¡Día de mudanza! ¿Lo recuerdas?

Aún estaba aturdida por lo que al parecer fue un sueño. Así que asentí sin prestarle tanta importancia. Pasé mis manos sobre mi cabello mojado de sudor.

— Espera— dije —. ¿Mudanza? — balbuceé.

— No me digas que no lo recuerdas —. Me lanzó una mirada acusadora mientras salía de mi habitación. Yo sólo rodeé los ojos mientras escuchaba como sus tacones resonaban mientras bajaba por las escaleras — ¡Hoy es viernes! Hoy viene el camión de mudanza a por nuestras cosas —. Me informó desde la planta baja.

¡Genial! Es momento de viajar en un camión apestoso por unas 12 horas. ¡Nada podría estar mejor!

Bajé de la cama. Busqué entre todas las cajas de mudanza una muda de ropa y me dirigí al baño a darme una ducha y lavarme los dientes.

Luego de haberlo hecho, bajé deslizándome por el barandal de las escaleras y me adentré a la cocina a tomar un buen desayuno: pan tostado con mantequilla, acompañado de una taza de té.

— Qué bueno que ya despertaste — dijo mamá mientras se asomaba por la puerta que daba a la sala con el periódico en mano —. El camión vendrá dentro de unas cinco horas —. Hizo una pausa. — Papá dijo que viajaremos por la noche.

— Así que... ¿Dormiremos en el auto?—pregunté apresuradamente mientras llevaba mi plato a lavar.

— Tú sí, tu padre y yo nos organizaremos para conducir —. Dejó el periódico en el mostrador y dándose la vuelta sin esperar una respuesta de mí parte.

Salí rápidamente de la cocina, subí a mi habitación, tomé mi skate y bajé corriendo las escaleras con él. Mamá al verme salir de casa me llamó:

— ¿A dónde vas? — me gritó desde dentro, mientras caminaba hacia la puerta de la casa.

— A casa de Ámbar, ¿A dónde más? — dije sonriendo.

— Sí, sí. Pero, ¿Qué hay de la mudanza? — Levantó las manos en el aire.

Mamá era un poco paranoica, pero era la mejor. Siempre me apoyaba.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 14, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

DOSIS DE LOCURA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora