Capítulo 3

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El camino era largo, William observaba aquellas largas filas de farolas por detrás, ya no había luz en ese punto de la ciudad, su única preocupación era quienes se encontraban en ese lugar, así que no fue tonto y pidió a Alejandro ropa para cambiarse. Llegar con un porte distinto haría a la gente sospechar de un agente, un policía, un forense, la gente lo llamaba de miles de maneras, pero la verdad era que no le importaba. Él era un agente del equipo especial de Madrid, les gustara o no a los tenientes que seguían tachándolo de niño novato. ¿La razón? William sufrió un accidente hacía mucho tiempo que le quitó la memoria, llegando al punto de olvidar quién era él mismo. Un accidente en una misión de alto riesgo, un accidente provocado por... ¿Qué será?

Aparcó el auto varios metros lejos del club, dejó todo dentro, a excepción de su pistola y algo de dinero. Se olvidó de la placa, si alguien no creía que era de la ley, se lo haría creer. Caminó sigilosamente, revisando absolutamente todo de aquella calle; oscura, paredes con grafitis, olor a cigarro y alcohol por doquier, algunas tiendas cerradas y otras, por desgracia, robadas. Le dolía, no podía negarlo, él se había entrenado para resolver este tipo de casos, desde que era niño era su sueño, por lo menos, eso le contó su hermana cuando despertó del coma.

Entró mirando fijamente hacia el mostrador, el club era extraño, parecía más una taberna de borrachos que un club donde venden drogas, las paredes amarillas con madera por debajo, las mesas de un roble lindo y las sillas del mismo porte, luces cálidas, pinturas contemporáneas, era un club peculiar, cualquiera lo confundiría con un bar al estilo de los 70's. Miraba a todos lados pero no encontraba a ninguna chica que pareciera occidental, solo veía miles de hombres cuadrados y algunos, como Alex, demacrados. Pero todos parecían pasarlo bien, como si fuera una familia, una hermandad. Chicas había pocas, pero las que había, estaban más fuertes que el mismo agente.

Tomó asiento en un banco que daba a la barra abandonaba, puesto que todos estaban con amigos en una mesa. Su mirada se dirigió rápidamente a un grupo de chicos que gritaban emocionados por al parecer, una victoria en un juego de cartas. Hacer alianzas con asesinos era penado, por eso estaba ligeramente nervioso. Estaba encubriendo ahora mismo, a un montón de personas adictas y a un posible lugar contenedor de estas. Estaba haciendo algo ilegal, y lo sabía, su querida placa estaba en juego, tenía que actuar rápido y con sutileza.

—¡Joder Samuel! —Gritó uno de ellos, haciendo que dejara de pensar en absolutamente todo lo que tenía en mente y posara su mirada en el hombre que al parecer, acababa de llegar.

—Hola tío —Dijo el otro, sonriéndole ligeramente—. ¿Está Lynn? —El hombre negó con la cabeza y Samuel suspiró, alzando el rostro y dirigiendo la mirada hacia William. Samuel era de todo y William lo sabía, él había leído su historial, sabía defenderse tal cual él lo hacía, además de que había asesinado a todo un bar una noche, hace ya un tiempo. Ambos habían entrenado lo mismo. Guillermo apartó la mirada y la poso rápidamente en la pared, observando las botellas llenas y medio vacías de al frente.

—¿Se te ofrece algo de beber? —Escuchó de repente a Samuel acercándose.

—¡No tío, gracias! —Le respondió de la misma manera en la que había escuchado, todos se trataban.

—Vale, si necesitas algo más, puedes verme fuera del edificio, señor policía —La mirada de Guillermo se heló, ¿cómo lo sabía? ¿Quién se lo había dicho? Lo primero que pensó fue que Samuel era el asesino de su hermana y que por lo tanto sabía que esta le habría amenazado con ello. Fue un pensamiento que llegó en un minuto y lo dominó, ni siquiera tuvo tiempo a analizarlo. Solo... actuó por instinto.

—Hijo de puta... —Lo cogió del cuello mientras lo pegaba fuertemente a la barra, provocando que algunas botellas cayeran del golpe tan seco que dio en esta. Muchas personas, rápidamente, se pusieron de pie y apuntaron con armas a ambos. William se quedó quieto, temía que lo mataran y no pudiera terminar su tarea, tenía que salir de ahí.

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