Prólogo

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En aquel autobús con destino a California iban dos indefensos hermanos durmiendo, iban cansados no solo por la hora en la que se habían despertado, sino por lo incómodos que estaban en los asientos que se encontraban. El mayor de ellos quiso darle algo mejor a su hermana, pero no pudo, primero porque era el único autobús que saldría de la ciudad en un día feriado, y segundo porque tendría que esperar días para conseguir otro, quizá con mayor comodidad pero no podía hacer que su hermana esperara más tiempo en aquella casa.

Las personas que los acompañaban en aquel medio de transporte los miraban con cierta lástima, no había que analizar mucho la situación para darse cuenta de que aquellos hermanos se habían escapado de su casa. Por otro lado, estaban los que les importaba un carajo o simplemente no fueron tan observadores como los demás.

Cuando el autobús se detuvo, el mayor de ellos se despertó — tampoco es que había estado tan dormido, pues quería estar al pendiente de su pequeña hermana —. El chico miró por la ventana y se dio cuenta de que habían llegado a su destino. Él procedió a despertar a su hermana — aunque no quería hacerlo, tenía que —.

— Despierta, pequeña, ya llegamos.

La pequeña negó y se acurrucó aún más entre los brazos de su hermano. No estaba muy cómoda en aquel asiento pero los brazos de su hermano le ofrecían esa comodidad que le hacía falta. Después de pasar un buen rato despabilándose, y de esperar a que algunos pasajeros salieran, finalmente los hermanos abandonaron lo que había sido su cama durante un día completo. Agarrados de la mano y con cierto miedo a ser encontrados, los hermanos encontraron refugio por esa noche en una esquina de la terminal, tenían que esperar a que amaneciera y ver hacia dónde los lleva esa nueva vida que estaban empezando.

Fue una apuesta pero Te Amo [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora