Los días transcurrieron como de costumbre, unos peores que otros, pero casi todos seguían las instrucciones al pie de la letra. Norah no cambió en nada, seguía con la idea de fugarse, por eso disimulaba seguir con su trastorno. Por un lado, era verdad que el daño aún no había sanado por completo, pero tenía nuevos alientos para seguir. Las mañanas ya no eran más su pesadilla, llego a descubrir que, si quería volver a comenzar, tenía que aprender del mundo al que se dirigía. Ya no habría más puertas cerradas, antes bien, las ventanas de su alma se abrirían. Vería nuevas aguas y campos con nuevas flores. Cuando miraba su reflejo en espejo, pensaba si sería aceptada allá, en su nueva ciudad. ¿Debería demostrar su verdadero ser? O simplemente ¿fingir? Tal vez viviría alejada de la civilización por un tiempo, mientras descubría su verdadera esencia. Su familia no se lo perdonaría jamás, si volvía no la recibirían con los brazos abiertos después de aquella traición, pero, después de todo, ella jamás volvería. No dejo que el miedo la consumiera, porque si lo hacía, dejaría ir todo por la borda, y rendirse sin haber comenzado era una vergüenza. Por eso, se dedicó a aprender sobre todo lo que le parecía diferente, e inusual. Pensó que la educación estaba prohibida para las mujeres, porque estas tenían una mente tan abierta, que todo lo captarían con mucha facilidad y no se conformarían con aprender lo básico, cuando podían ir por más. Tal vez las consideraban una amenaza que debían mantener alejada, e ignorante; por eso mismo, Norah decidió correr el riesgo. Quería aprender del hombre y el universo; los efectos que tenían las cosas naturales y sus causas. Quería reflexionar, sacar sus propias conclusiones, y entender el "por qué" de las cosas. Amaba la sabiduría y si la controlaba podía llegar muy lejos.
Era todo un riesgo ser una erudita en ese tiempo sin verse masculina, por eso tenía que esconder su inteligencia de una manera graciosa y femenina, ya que ninguna mujer quería ser llamada "bluestocking"*. Era un insulto ser una literata, era como un desafío que se les interponía a los hombres en su camino a la superioridad. Tener una alta educación o un trabajo profesional era el tipo de pregunta que se salía de los límites de la mujer; estaban tan restringidas a cualquier placer, que ni siquiera podían hablar con hombre alguno antes de casarse, ya que debían mantenerse castas. Sería aquella la razón por la que Norah quiso enfrentarse, era entendible que tales frustraciones causaran una rebeldía en ella.
La era victoriana fue bien conocida por su expansión en el dinero, el poder y la cultura; caracterizada por cambios y desarrollos en casi todas las esferas, desde las ciencias hasta las artes. Gracias a su Reina Victoria, se conoció una transformación a fondo en el país que genero optimismo y confianza. Sin embargo, no todo era color de rosa con respecto a la igualdad de género, por ello, Norah quería participar en el cambio de esa mentalidad, aprovechando los nuevos movimientos que se llevaban a cabo en ese entonces.
Gracias a la revolución del transporte con el tren y el barco de vapor, su padre Gabriel, quien era comerciante, pudo expandir su mercado de materiales con el hierro, el acero y el carbón. Los ingresos anuales de la familia llegaron hasta los £15,000, salvando así la reputación que habían llegado a perder desde la muerte del abuelo Milo. Norah se sentía más relajada sabiendo que al irse su familia no quedaría en la ruina, y su supuesto matrimonio arreglado no sería tan necesario después de todo. Pero hubo ciertos acontecimientos con los cuales no contaba la familia Lowell. Leila, la hermana del medio, había conocido un joven banquero que deseaba desposarla.
La noticia les llegó una mañana a comienzos de Marzo; Norah se había despertado más temprano de lo usual, e incluso había tomado el desayuno caliente, lo que jamás sucedía. Ese día, Norah seguía dispuesta a aprender, y como las últimas semanas, la biblioteca se había convertido en su refugio, ya que nadie la molestaba allí. Todo el mundo estaba tan ocupado que apenas se daban cuenta de que ella se había leído la mitad de los libros. Y gracias a que su humor había mejorado, no le era necesario de las sirvientas para vestirla, por cual, se arregló muy deprisa, con uno de sus más simples vestidos y bajo las escaleras. Ya cuando estaba llegando a los últimos escalones escuchó la voz de su padre acercándose. Norah no sabía que ya había regresado tan pronto de su viaje, pero si era así tendría que permanecer en su cuarto hasta que se fuera. Siempre que llegaba de un viaje de negocios, pasaba día y noche en la biblioteca; si la veía allí, de seguro le prohibiría volver, porque incluso su padre estaba en contra de la educación para las mujeres, y no perdería toda su fortuna por una hija a la que llamarían "bluestocking". Aunque en tono con el que hablaba su padre era distinto, estaba un poco melancólico, y hablaba con desgana. De repente escucho la voz de otra persona, era de un joven, hablaba rápido y con seguridad. Norah termino de bajar las escaleras y se ocultó tras las cortinas de la ventana más cercana. Eran de un color muy oscuro y de tela muy pesada, no la descubrirían. Pasaron junto a ella y el joven habló:
-Me enamore completamente de su hija, como un loco. La amo y mis únicas intenciones son de pasar el resto de mi vida junto a ella. Es la mujer ideal para un hombre como yo. Además, no soy como otros pretendientes, soy joven y tengo una vida por delante.-
-Lo entiendo, pero ella apenas lo conoce, es una de las menores, y casarse a su edad... Pues nunca lo esperaba, quería que creciera más al lado de sus hermanas ahora que mis deudas han desaparecido.
-Comprendo su desespero, pero entienda que el amor que le tengo es sincero. Entiendo que es muy precipitado, pero prometo hacerla feliz. Además, cuando nos casemos, nos mudaremos muy cerca de aquí, de ese modo podrá visitarlos de seguido.-
-Entiendo, veo que hay sinceridad en tus ojos. Me duele dejarla ir tan joven, pero si ella así lo desea, entonces les daré mi bendición.
-No se arrepentirá, créame.
Norah no podía aguantar las ganas de gritar, se sentía llena de felicidad por su hermana. Hacia unos días Leila no dejaba de hablar sobre un joven encantador con el que se había topado por la calle, dice que había visto estrellas en sus ojos, y que no paraba de pensar en él. En realidad era precipitado, pero era mejor así, casarse con alguien por amor, sin nada de matrimonios arreglados; nada mejor que un amor correspondido. No le faltaría nada, tendría muchos hijos y viviría feliz. Justo cuando sus fantasías se hacían más grandes, los vio irse a la sala de estar. Cuando ya no había nadie, salio de su escondite y en medio del corredor se puso a dar vueltas, tratando de imaginar si algún día, eso le pasaría a ella. Se acercó a la ventana y vio como atardecía, las primeras estrellas ya se asomaban en el horizonte y sintió como la llamaba ese cielo. Escuchó los vientos de la noche golpear a su ventana, era como si el infinito le gritará algo inentendible, algo secreto, algo suyo.
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Whispers to your heart
Historical FictionCuenta la historia de un amor clandestino que sucede a mediados del siglo 19 durante la era victoriana. La Srta. Lowell pasa por una etapa de depresión crónica tras la muerte de su abuelo y dedica sus días a existir, escapándose a menudo por las...