Los sueños son algo con lo que se puede vivir, a pesar de que son ilusiones efímeras; las pesadillas son algo con lo que se puede luchar, ya que son momentáneas; la realidad es como la relación que tienes los sueños y las pesadillas, para la eternidad. Claro que todo tiene un fin, pero si se le piensa así parece como si la vida fuera infinita. Viviendo a duras penas con las esperanzas, peleando con los miedos, en una rutina que se repite, con cada amanecer, con cada anochecer; con el despertar, y el dormir. Norah resultó mareada al despertarse, con grandes ganas de vomitar, aunque estaba estupefacta al encontrarse en la tina del baño, rodeada de sus hermanas. Primero pensó que seguía dormida, que la pesadilla se había convertido en una broma pesada, pero cuanto más se refregaba los ojos con las manos, veía con perfecta claridad las caras de angustia. Suspiró y cerró de nuevo los ojos, después pregunto con una calma digna de ella:
- ¿Que se supone que hago aquí?
Ninguna respondió, todas se mordían la comisura del labio a ver quién sería la primera en atreverse. Quedaron aliviadas al ver que Gisella entraba al baño con una taza de agua tibia perfumada a rosas. Sin siquiera despedirse, todas salieron en fila india para dejarla sola con Gisella. Quedaron en un silencio tranquilizador, la compañía de Gisella era aún mejor que la de su familia, ella sabía cuándo debía callar, cuando debía hablar, y todo por intuición propia. Estar junto a ella era justo lo que Norah necesitaba cuando ni ella misma era capaz de soportarse. Callaba cuando no había necesidad de acabar con el silencio si no había motivos para mejorarlo; hablaba cuando sabía que Norah necesitaba consuelo, consejos que no podían llegar de su familia, sino de alguien, que como ella, era fuera de lo ordinario. Por eso, todos consideraban que en ocasiones como esa, la única que podía dar explicaciones sin ser juzgada por Norah era Gisella. Al entrar en el cuarto de baño, vio como las tres hermanas se marchaban con la cabeza cabizbaja. Dejo el tazón con agua y la toalla en el piso, mientras se sentaba en un banquito junto a la tina. Norah parecía más joven así, cuando estaba al natural, remojada en agua de hierbas, con perfumes de lavanda. Pero la pena la llevaba marcada en la frente, recostando la cabeza en el muro, mientras veía como un poco más arriba estaba la ventanilla entre abierta. Parecía que afuera estaba lloviznando, podía sentir la humedad pegarse a su cuerpo desnudo. El agua se enfriaba, pero no quiso decirle nada a Gisella, solo quería sentir su compañía antes de que se separaran, porque, aunque fueran amigas, sabía que cuando esto acabara, volverían las separaciones por ella ser del servicio y Norah de la clase alta. De niña solo veía las separaciones entre los huertos de las verduras y aun siendo así, los arboles por más altura que tuvieran, acogían bajo su sombra a las rosas. Todo en su mundo había terminado con el poco amor que le quedaba, ya que la religión los separaba, el color y la raza la dividia, las posiciones los distanciaban. Por eso, los minutos, los segundos, valían todo el oro que tenía cuando se trataba de Gisella. Estallando en llanto le volvió a preguntar, esperando esta vez, escuchar una respuesta, para así saber que lo que vivía era del todo real:
-¿Qué hago aquí? -
Gisella tomó con delicadez una de las manos que se hallaba en el borde de la tina, la limpio con la toalla y la entrelazo con la suya:
-Te habían envenenado, el pañuelo tenía un veneno que, aunque letal, solo serbia para hacerte perder la consciencia por un tiempo indeterminado según el diagnóstico del doctor Joseph.
Trago saliva con dificultad y apretándole la mano prosiguió:
-Has estado desmayada por cuatro días, temíamos por ti al ver que te ponías más débil por el color de tu piel. Pensábamos que no despertarías, era como si algo te mantuviera perdida entre tus sueños. Hoy le dije a tu padre que podíamos intentar con un baño de agua caliente a ver si recobrabas consciencia, por lo que veo ha sido un milagro. Pero dime ¿ cómo es que aquel muchacho llegó a tu habitación esa mañana? Los guardias dicen no haberle visto entrar ni salir. Sin embargo, ya resguardaron las entradas por tu seguridad.
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Whispers to your heart
Historical FictionCuenta la historia de un amor clandestino que sucede a mediados del siglo 19 durante la era victoriana. La Srta. Lowell pasa por una etapa de depresión crónica tras la muerte de su abuelo y dedica sus días a existir, escapándose a menudo por las...