Capítulo 7

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-Sí, quiero-

Pronto sería la graduación y debía volver a New York, durante todo este tiempo ha estado aprendiendo cómo hacerse cargo de la empresa, de modo que el señor Sherman no solo tenía que hacerse cargo de la empresa en su ausencia, sino también ser una especie de tutor para Sarah, pero aun así para ella él era como un tío, debido a que era amigo de su padre y la conocía desde pequeña.

En Seattle las cosas también cambiaron... Max también se graduará y su madre había decidido dejar su trabajo para estar con él.

-¿Mamá? –dijo sin poder abrir del todo lo ojos por la luz.

-Lamento molestarte.

-¿Qué haces aquí?

-Solo quería verte –Max se sentó y se frotó los ojos.

-¿Qué hora es?

-Las siete de la mañana.

-¿A qué se debe tu visita tan temprano?

-Vamos a un curso de cocina italiana –le dijo con emoción.

La verdadera razón por la que su madre dejó de trabajar, fue que quería aprender a cocinar, pensaba que aún podía aprender y ser repostera, Max dijo que la apoyaría, por lo que terminó arrastrándolo a clases sabatinas de cocina. Aun así, con el paso de los años, perdonó la ausencia de su madre y aprendió a amarla.

-Max, hay una amiga mía que tiene una hija de tu edad y quisiera saber si podrías salir con ella.

-Lo siento Sam, sabes que no estoy interesado.

-Anda, por lo menos sal con ella.

-¿Eso te hará feliz?

-Muy feliz –sonrió la mujer.

-Está bien.

4 años no eran nada, Max no olvidaba a Sarah, no importaba con cuantas chicas estuviera o cuantas citas le obligara a ir su madre, simplemente ella seguía viva en su mente, más no podía hacer nada, sabía todo.

Tenía metas fijas, se aseguró de traer a todas las mujeres suspirando y ser el sueño inalcanzable, pero a comparación de lo que se supone que debería ser, él se encontraba en los clubs académicos y era el mejor alumno. Todo para poder competir con los estándares de su padre, el cual asistió orgulloso a la ceremonia de clausura al saber que sería Max quien daría el discurso de despedida por ser el mejor de la generación.

-¿Qué harás ahora que te has graduado? –preguntó interesado. Vestía un traje como siempre y hablaba formalmente.

-Trabajaré, eso es obvio.

-Quisiera que trabajaras en una empresa en especial.

-¿Por qué no lo hace mi hermano? –contestó vagamente Max.

-Él tiene sus asuntos, si no quieres eres libre de negarte.

-¿Entonces seguiré dependiendo de ti?

-No, de cómo manejes la empresa.

-¿No dijiste que era tuya?

-Nunca dije eso, además desde un principio lo puse a tu nombre y es sólo la mitad de las acciones.

-¿Por qué?

-Porque yo también quiero que seas grande –dijo sin mirarlo- no podía decírtelo, lo que menos quería era que te confiaras de tener algo seguro, quería poder estar orgullo como ahora lo estoy.

-Creí que no vendrías.

-No me has decepcionado, siempre has dado lo mejor.

-Lamento no poder decir lo mismo de ti.

-Sé que me ves de esa manera y siento no haber podido estar nunca para ustedes.

-Lo haré –respondió a la oferta anterior de su padre.

-Te haré saber todo lo que necesitas y cuando debes presentarte.

-Está bien.

-Otra cosa, tú estarás a cargo junto con otra persona, conócela y aprende a trabajar en conjunto... y usa traje, eres el jefe –sonrió.

Esto último le pareció una observación innecesaria, pero aun así le sonrió de vuelta, de todas maneras pasaría mucho tiempo antes de volver a verse.

Cuando te enamoras de verdad, harías todo por esa persona, quieres estar el resto de tu vida junto a él y por nada del mundo dudarías de tus sentimientos. Sarah había llegado a esa conclusión, al final de cuentas en la vida tendría que tomar muchas más decisiones por lo que se alegraba de ya no ser una niña de 16 años.

Aun así, tomó más tiempo del pensado abrir su corazón de nuevo, por lo que nunca se arrepintió de haberlo hecho hacia Dominik, porque estaba segura de que ellos se amaban mutuamente.

Y esta vez, haría las cosas bien, debido a que ya se había graduado, era momento de volver a New York. Su celular comenzó a sonar y ella contestó alejándose de Dominik un poco.

-¿Hablo con la Señorita Park? –dijo una voz de mujer al otro lado de la línea.

- Sí, ¿Con quién tengo el gusto? –contestó ella con la misma formalidad que la chica.

-Soy Taylor, seré su asistente.

-Hola, puedes llamarme Sarah, mucho gusto Taylor.

-Está bien, Sarah, sólo quería informarle que tiene que presentarse en dos semanas el día lunes a las 7 de la mañana para una reunión.

-Ahí estaré entonces.

-Hasta entonces.

-Sí, adiós.

Dominik la miró y ella sólo sonrió.

-¿Dónde nos quedamos? –preguntó ella. Se encontraban ahora mismo en un pequeño jardín, el cual visitaban seguido.

-Nada, solo me has dejado así para irte a contestar tu muy importante llamada –Sarah sonrió.

-Sí –dijo con una enorme sonrisa-, sí quiero casarme contigo.

En ese momento ella creyó que su futuro era junto a él, y que nada en el mundo podría hacer titubear esa decisión.


Tú eres mi sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora