Antes

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Tres años.

Tener tres años no es nada difícil. Comes, juegas y ves televisión, pero para mí si es difícil. Mi mamá casi nunca me presta atención, siempre está tomando una azúcar por la nariz y no conozco a mi papá. Pero está bien. Amo a mi mamá así esté algo rota. Mamá es muy bonita, pero está algo delgado y tiene círculos debajo los ojos. Ella es igual a mí, solo que sus ojos son marrones oscuros.

Un día, mamá se le olvidó darme de cenar de nuevo, no importa. Puedo aguantar. Mamá me encerró en mi habitación pero empecé a jugar con mis muñecas. Mis muñecas no son como las de las demás niñas del barrio, pero me gustan mucho. Mamá cuando puede, les cose ropa.

Oí que alguien tocó el timbre y mamá lo dejó pasar. Mamá a veces trae hombres a la casa y esos hombres se quedan hasta altas horas de la noche. Pero esta vez no fue así. Mamá y ese hombre intercambiaron algunas palabras. Mamá con una llave abrió la puerta de mi habitación y me dejó salir. El hombre que tenía al menos unos setenta años, me cargó y me subió a su auto. Pero vi que mamá tenía una de esas bolsas de azúcar que tanto ama. ¿Mamá me cambió por esa azúcar? No creo, será que este señor me va a llevar a comer. Mamá jamás me cambiaría por nada del mundo. Ella me ama y yo la amo a ella. El señor me llevó a una casa vieja y algo dañada. Pero ya no estábamos en Riverpool, sino en Manchester. Wow. ¡Mamá sí que me quiere! Le dijo al hombre que me llevara a un restaurante lejos de Riverpool porque de seguro aquí hay mejor comida. El señor me encerró en el sótano de esa casa y me dejó un plato de pan seco y agua de la llave. Okay, no importa, mamá volverá por mi.

Cinco años.

Llevó dos años encerrada en este sótano. El señor me deja los mismo siempre, agua y un pan seco. Mis únicos amigos son las ratas que están en el sótano. Comparto mi comida con ellas. Me rindo; mamá no volverá por mi. Estoy al borde de la desesperación. ¡Quiero salir de aquí!

Parece como si Dios oyó mi petición, porque la puerta del sótano se abre. Es un hombre de unos treinta años con el cabello rubio y los ojos verdes.

—Señor, por favor, ayúdeme—dije.

—No, pequeña. Pagué mucho por ti.—Y me hizo cosas que no entendí. Él fue el primero de muchos.

Diez años.

No era azúcar, era cocaína. No me estaban haciendo "cosas que no entendí", me estaban violando. Me están dando drogas para que olvide, pero solo he olvidado mi nombre verdadero. Ellos me dicen Iris, así que me "llamo" Iris. No sé el nombre de ninguno de ellos. Los detesto. Odio a todos los hombres en la Tierra. Quiero morirme. No fui una niña normal.

Ellos ponen una canción que se llama Iris mientras me violan y ya no aguanto más. No creo que Dios. Dios no permitiría todas estas cosas. Sé que soy muy pequeña pero lo que siento es horrible. A veces, ellos me dan de comer salchichas enlatadas. Con a, tapa de las salchichas corto mi estómago. Solo quiero irme de aquí ya.

Diecisiete años.

Hoy es febrero dieciocho, mi cumpleaños. Odio mis cumpleaños. Me recuerdan que sigo viva.

—Feliz cumpleaños, Iris—dijo un hombre y me dejó una caja de regalo después de violarme. Era lencería. Lloré. Los detesto, pero aprendí que no debo odiar a todos los hombres de la Tierra. Solo a ellos, solo odio a mis violadores.

Hoy me debía escapar. Si sigo aquí, moriré. Tomé un gancho para la ropa y con cuidado abrí la puerta. Ya me había intentado escapar, pero fallé. Tomé de una mesa algunas libras esterlinas. Tomé un abrigo, una manzana y una botella de agua y salí. Tomé un tren para que me llevara a Bristol. Allí podría estar a salvo, además, si mal no recuerdo, la hermana de mi mamá vive allí. ¿Pero ella me reconocerá?

Cuando llegué a Bristol, me di cuenta que pasé trece años encerrada, me pregunté, ¿cómo sobreviví? No lo sé, pero estuve al borde de la muerte en muchas ocasiones. Con un buscador de personas, intenté buscar a la hermana de mi mamá: Ava Redd. Demonios, allí se fue mi esperanza. Ava Redd murió hace dos años por un extraño cáncer en la sangre. Solo me queda una esperanza. Busqué a mi mamá: Evelyne Redd. Y se fueron a la mierda mis esperanzas. Ella murió dos meses después de venderme a los hombres.

Busqué un trabajo. Conseguí uno de modelo. Me dijeron que era delgada y bonita así que ahora salgo en varias revistas. Pero no soy así de feliz. No soy feliz. No sonrío como sonrío en la revistas. No soy feliz. Tengo dinero, sí, pero me siento mal.

Veinte años.

Tuve que renunciar a mi empleo como modelo, porque por mis fotos, los hombres me podrían rastrear. Con el dinero del modelaje, compré un tiquete de avión a Londres. Allí procuré tener una vida normal. Trabajé en un McDonald's para ganar dinero. Un día, en una heladería, me dieron un cupón, cuando fui a reclamar mi helado, me atendió una chica mi bonita.

—Bienvenida, ¿puedo hacer algo por usted?—preguntó la chica. Ella tenía el cabello negro, tenía pecas alrededor de la nariz, tenía cejas gruesas y los ojos verdes claros.

—Sí, ¿me puedes dar tu número, bonita?—bromeé. Ella sonrió. Me dio mi helado y mi factura. En la parte trasera de la factura estaba escrito su número. La llamé todas las noches, hablábamos hasta la madrugada. Su nombre era Hailey Rose Carpenter. Me empecé a enamorar de ella y nos volvimos novias. Pero, no fue para siempre.

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With all the love, Alaska.

IrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora