Flashback
- Hola, Marina. ¿Te acuerdas de la mujer de la tienda en la que cogiste galletas ayer? Espero que sí, por que hoy vas a hacerle una visita.
Su aliento olía a cebolla y a menta. Como si se acabase de comer una y luego se hubiera lavado los dientes. Ella se percató de que Marina olió ese extraño aroma y giró la cabeza para disimular el olor.
La voz de Laura era muy agradable y sus susurros le causaron a la chica un escalofrío.
Pero por tener una voz agradable no iba a hacerle caso. O, al menos, no tan fácilmente.- No voy a hacerle nada. ¿O es que no te has enterado de que me va a denunciar por robar? ¡Me lo ha dicho ésta mañana! ¡Va a meterme a mi en un centro de menores! - Marina, si no hubiese sido por Laura, no habría hecho más de la mitad de las cosas que hizo. No le gustaba estar con ella.
- Por eso mismo vas a hacer lo que yo te diga. No quieres acabar en un centro, ¿verdad?
- No, pero... - la chica de ojos verdes la cortó de inmediato.
- Imagina cómo se sentiría tu madre al verte únicamente una vez a la semana y a través de un cristal, y sólo pudiendo hablar contigo por teléfono.
- Pues supongo que se sentiría... - dudó un momento, y buscó el adjetivo adecuado - decepcionada. - la volvió a cortar.
- Exacto. Muy decepcionada, diría yo - Laura remarcó el "muy", para que se sintiera aún más culpable - Por eso hay que aprovechar éste momento, que tu madre no está en casa y no sabe nada del tema.
- ¿Aprovechar éste momento para hacer qué? - Marina levantó una ceja, queriendo parecer difícil de convencer, pero en realidad haría lo que le dijera, ya que le gustaba cómo se iba tornando la conversación. Quizás sí que le gustaba estar con Laura.
- Tú únicamente lo que tienes que hacer es prepararle unas galletas. Con chocolate, si te sientes generosa. O sin nada. Como más te gusten.
- ¿Galletas? ¿Para qué?
- Ella se está planteando denunciarte, ¿cierto? Pues si le haces las galletas y le pides disculpas, igual te perdona. Luego un pucherito y le dices que con las que has hecho tú puede reemplazar las que robaste, y listo.
- ¡Qué buena idea!
- ¿Ves? Si en el fondo no soy tan mala...
Marina, corriendo como si no hubiese un mañana, fue a la cocina a preparar las galletas. Sus grandes zapatillas de casa de oso hacían muchísimo ruido con cada zancada que daba.
Pero cuando ya estaba casi en la cocina se dio cuenta de que le faltaba la receta. ¿Cómo iba a hacer las galletas sin la receta?
Así que no dudó un momento en coger el teléfono y marcar el número de su madre.
Laura la había perseguido hasta donde estaba ahora, y cuando se percató de que iba a llamar a Abril, cogió a Marina por el brazo e hizo que tirase el teléfono al sofá.
La chica se sobresaltó al notar las frías manos de su amiga, giró la cabeza hacia ella y arqueó una ceja.- ¡¿Qué demonios estás haciendo?!
- ¡No puedes llamar a tu madre!
- ¡¿Y por qué no si se puede saber?!
Cada vez estaba gritando más y más, pero estaba tan concentrada en su discusión que no se dio cuenta. Pero su hermana Lea sí.
- A ver, te he dicho que tenemos que aprovechar ahora que tu madre no sabe nada para hacer las galletas. ¿Qué pasaría si llamas a tu madre preguntándole por la receta? Pues que deduciría que vas a hacer galletas. Entonces, ella vendría corriendo a casa para impedir que usases el horno. No entiendo el porqué, dado que tú eres muy responsable y mayor. - intentó captar la atención de Marina con ese halago y con un breve silenció que intencionó después - Entonces no podrías hacer las galletas, acabarías siendo denunciada y en un centro de menores. Y no quieres eso, ¿verdad? - Marina asintió levemente con la cabeza. Estaba un poco sobrepasada por todo aquello, no había pensado en eso - Bien. Pues deja el teléfono en su sitio y vamos a hacer las...
Laura giró la cabeza lentamente hacia el pasillo en el que estaba Lea desde hace un rato. La miró fijamente a los ojos, aún que ella no podía verla.
Ni ella ni la chica se habían percatado de la presencia de Lea, así que Marina también giró la cabeza y el cuerpo hacia donde se encontraba su hermana. Cuando volvió a girar la cabeza hacia Laura, para preguntarle si sabía desde cuándo estaba ahí, se había ido.
Había desaparecido. ¿Cómo buscarla? ¿Cómo hacer que apareciera de nuevo? Ni una sola idea. No había respuestas, sólo preguntas. Laura venía cuando le complacía, no cuando Marina la buscaba. Ésto lo sabía a ciencia cierta ya que había intentado llamarla alguna vez, pero nunca había aparecido.
Lea estaba perpleja observando cómo Marina estaba escuchando atentamente y asintiendo de vez en cuando. ¡No había nadie allí!
Cuando su hermana tiró el teléfono al sofá pensó que estaba de broma, pero conforme la conversación imaginaria de Marina con Laura iba avanzando, Lea se dio cuenta de que de lo que su madre le había advertido era cierto; Laura estaba ahí.La chica se giró de nuevo hacia su hermana, y ésta dio unos pocos pasos hasta que estuvieron frente por frente. Luego posó su mano en el hombro de Marina, y a ella se le empaparon los ojos hasta que una triste y solitaria lágrima se derramó por su rostro.
Lea después de varios segundos y con voz temblorosa preguntó:- ¿Qué ha pasado?
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La Otra Cara De La Moneda [PAUSADO]
Non-FictionNo todos los amigos imaginarios son tan buenos como suelen decir. No todos te ayudan y te aconsejan. Y eso Marina Del Monte lo sabe mejor que nadie, puesto que lidia con Laura desde que tenía siete años. Laura tiene una mirada penetrante, sus ojos v...