Capítulo 6: Flashback (6)

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Flashback

Lea se había pasado casi toda la noche llorando. No sabía cómo estaba la señora Anabel. ¿Y si se había muerto? ¿Y si estaba en coma? ¿Y si mamá las castigaba? ¿Y si en realidad tenía la culpa de que se atragantase, aunque ella no lo supiera?

¿Y si todo había sido una broma pesada por parte de su madre? No, no podía ser. Ella no solía hacer bromas. Ni sorpresas, para ser sincera. ¿Como habría conseguido meter a Anabel en la ambulancia? No, definitivamente no había sido una broma, así que desechó esa posibilidad al instante.

Marina, en cambio, no había llorado nada pues sabía que no era su culpa, pero aún así no durmió. Estuvo unas cinco horas meditando todas las posibilidades de por qué Anabel se había casi-asfixiado.
Y había llegado a la conclusión de que había sido su maldita culpa. ¿Qué tenían que ver con eso ella y su hermana? Nada. Absolutamente nada. Bueno, quizás sus galletas tuvieran algo que ver si se había atragantado con una, pero eso ya no era su culpa.

Así que a la mañana siguiente, cuando la alarma sonó a las diez se levantaron y se dirigieron al salón, como de costumbre. Cuando se vieron la una a la otra intercambiaron una mirada de indignación extrema.

Fueron a la cocina donde se encontraba su madre.

- Buenos días. -dijeron las hermanas al unísono.

- Hmmm... Hola. ¿Me vais a dar ya una explicación o vais a hacerme esperar otra noche? -su voz sonaba irritada.

- Mamá, las dos estamos segurísimas de que no hemos sido nosotras. Si se ha atragantado es su culpa. Y que lo haya hecho con una de nuestras galletas no nos hace culpables. -Marina lo dijo todo de golpe ya que lo había planeado la noche anterior.

- Vale...

Se acababa de dar cuenta de lo estúpido que había sido todo aquello. Seguro que no habían sido sus hijas.

- Vale. -reafirmó, dándose así mas seguridad a sí misma- Pero hoy vais a ir a verla al hospital.

- Bien.

El día transcurrió con normalidad, y entonces llegó la tarde. Se vistieron como si fuese un domingo cuando era jueves y se dirigieron al hospital en el que se encontraba Anabel.
Después de más de diez minutos dando vueltas por todo el hospital encontraron su habitación.

Maldita sea, ¿tan difícil es decir el nombre del paciente y que la recepcionista no te mande a tomar por saco?

Llamaron a la puerta con cautela por si estaba dormida. Entraron sigilosamente y la encontraron con montones de cables saliendo de su cuerpo. ¿Qué era aquello? Si sólo se había atragantado...

- Hola, Anabel... -la voz de Lea sonaba triste y esperaba una respuesta que la animara un poco, como un "Hola, ¿Qué tal?" o un "¡Qué alegría me da que hayáis venido!". Pero no siempre sale todo como planeas, ¿verdad?

- Hmmmm...

- Em... ¿Qué tal estás?

Una leve risa escapó de los labios de Anabel, cosa que no venia a cuento. Jugaba con los dedos y con las sábanas. Algo no iba bien, y se percataron enseguida. A Marina le dieron ganas de llorar.

La Otra Cara De La Moneda [PAUSADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora