Capítulo 4

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¿Alguna vez has quedado maravillado por un perfume?, ¿tienes un perfume favorito?, en mi caso, mi olor favorito es el de la comida y no es por gula, ya que la gula también es asociada con la ambición; regresando a la sintonía, los aromas siempre los asociamos con recuerdos, personas, lugares, etc. Nada se salva de nuestro entendimiento, todo de alguna u otra forma tiene una explicación racional, aunque a veces nos dejamos llevar por lo más inverosímil de la imaginación, nuestra mente no sólo es capaz de entender, si no también es capaz de crear universos con tan sólo (aproximadamente) 1,000 gramos. Si estás estresado existe algo conocido como "aromaterapia" que consiste en aromas que estimulan tus sentidos y te relajan.

Los pensamientos de abe acompañaban a la imagen de tai dentro de la mente de él, recorría con la yema de sus dedos, la delicada piel de la espalda descubierta de su amada mientras yacía durmiendo desnuda, envuelta en las sábanas azul celeste, Abraham no dejaba de sonreír mientras sentía como sus dedos confirmaban lo que en una ocasión, su compañera de vida afirmó: qué ella era suya. Tai estaba con el rostro anestesiado hacia el lado contrario de él, abe no resistió más la tentación, se levantó cautelosamente como felino, y empezó a besarla dulcemente desde la cadera hasta los hombros, con la determinación de un rey que reclama su trono, aún entre sueños, ella delataba su placer con los gestos que hacía al sentir las manos de ángel que abe posee, llegando a los hombros, le dió un ligero mordizco que no sólo la despertó, si no que avivó las llamas de la pasión que ambos mantenían desde su encuentro en la cafetería, eran como las 7 de la mañana del sábado, el día anterior abe salió muy tarde del trabajo porque el jefe de camareros se había roto una pierna tratando de bajar las escaleras, vaya que tragedia, abe no se angustió, pues sabía que una diosa aguardaba por él.

Abe terminaba de atender a los últimos clientes y cerrar la cafetería, ayudó a limpiar y acomodar todo para el lunes, ya que el dueño saldría de la ciudad para atender los asuntos correspondientes a su franquicia de cafeterías que cada vez se estaba expandiendo más y más, Don Gustavo Belgrano. Un hombre de 46 años de edad, divorciado, vivía con su único hijo de 20 años que estaba estudiando la universidad en el extranjero, a la edad de 19 años, su padre Javier Belgrano, dejó la cafetería a su nombre antes de morir de cáncer de próstata a sus 52 años, al principio. El entonces joven Gustavo, no tenía ni la más remota idea de como dirigir su pequeña empresa, ya que en ese momento, sólo existían dos cafeterías, después de meditarlo por seis semanas, encontró el coraje y el liderazgo suficiente para dirigir el negocio que su padre construyó con muchos años de esfuerzo, y en 27 años creó una franquicia que día a día se transformaba en una gran empresa.

El día que abe llegó con su curriculum a la oficina de Don Gustavo, se visualizó a sí mismo cuando tenía esa edad: lleno de vida, emprendedor, carismático y entusiasta, por supuesto que él todavía conservaba esas cualidades, pero la edad no le permitía demostrarlo con tanto vigor como cuando fue joven, después de charlar Don Gustavo le dió el trabajo, abe agradeció con una sonrisa y desde ese entonces, él profesó su trabajo con mucha dedicación, siempre se ha dicho que uno debe amar su trabajo y él cumplía con eso al pie de la letra. Esa noche estaba lloviendo, mientras se secaba las manos, sonreía y agradecía a sus amigos que les deseaba un buen fin de semana, atravesó la puerta de madera con la perilla plateada y salió a la calle, en cuanto se dió cuenta que se estaba empapando, exclamó al cielo amo la lluvia, pero tampoco exageres clima, mientras se quejaba con las nubes, tai lo observaba dulcemente, sonriendo al ver que su hombre bromeara consigo mismo, se acercó con el paraguas extendido para tomarle de la mano, le dió un beso en la mejilla y le dijo al oído ¿con éste clima decides hablar sólo?, abe sólo se rió junto con ella empezaron a caminar tomados de la mano, hablando sobre las cosas que pasaron en su día, sobre las bromas imparables de Marco, sobre la pierna rota de su desafortunado jefe de camareros, la cafetería quedaba a unas cuadras del conjunto de apartamentos donde ambos vivían mientras que a tai; su trabajo como bibliotecaria le quedaba a 30 minutos, no era tan lejos, pero media hora es un fragmento importante de una pieza del rompecabezas de 24 horas que rige nuestros movimiento planetario.

Llegando a casa, ambos concordaron cambiarse de ropa para no pescar un resfriado, tai se trasladó a la habitación, mientras abe se cambiaría en la sala, abe terminó de desvestirse casi todo, quedando únicamente en sus boxer rojo que resaltaba sus bien ejercitados glúteos, se secaba el cabello y notó que la puerta del cuarto estaba entre abierta, notó como su hermosa novia se secaba el cabello y paseaba tranquilamente en ropa interior, la sorpresa lo dominaba, mientras contemplaba su belleza casi al natural, se preguntaba qué cosa tan buena pudo haber hecho en una vida pasada para merecerla. En cuanto se sintió observada, tai volteó y sonrió al notar como ella era la dueña de los pensamientos tan lujuriosos que lograba despertar en abe, se metió el dedo índice entre los labios, el ambiente se tornó muy cálido, entonces no resistió más y entró a la habitación decidido a probar las dulces mieles del amor físico que ella le obsequiaba. La ropa les estorbó, la cargó y mientras reían, se recostaron para entregarse a la pasión carnal una vez más, así fue su velada, una combinación perfecta de romance, erotismo y placer físico, todo eso estaba recordando abe cuando estaba encima de tai, dispuesto a hacerle el amor una vez más y tener impregnado su perfume, su fragancia que le dejaba en claro a tai una cosa: qué él le pertenecía...

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⏰ Última actualización: Aug 18, 2016 ⏰

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