"Ejercitos de plomo, y domingos misteriosos"

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Gine lloraba en un bordillo. Con su casa justo a la espalda.

Era el único lugar en que podía estar sola. Sin tener a Cody detrás de ella.

Jace aún no había llegado. Lana le había mandando un mensaje diciendo que el segundo asalto había terminado en un cuatro. No  parecían tener intención de parar.

Gine había querido Jace durante dos años. Dos años. Luchando por él. Declarando sus sentimientos en voz y en grito. Sin importarle sus negativas, y rechazos, incluso desprecios. Ella había permanecido firme. Decidida y determinada. Para esto. Para nada.

Él había tenido su cuerpo, y ya está. No la quería.

Gine pensaba que al fin lo había logrado. Creía que él la quería. Esa forma de mirarla, de tocarla. No podía ser solo físico. Tenia que esconder algo más.

Ahora podía ver lo equivocada que estaba. Lo ciega. Había sido una necia.

Allí, en medio de la calle, llorando, rindió sus ejércitos de plomo. Se rindió. Tuvo suficiente. Dejaría de luchar.
Cerro los ojos. Dejo escapar lentamente una profunda respiración.

Sintió como soltaba un millón de pesas ardiendo. Fue liberador.

Terminó. No tendría que pensar en bodas, en abuelas, ni herencias. Terminó. No tendría que luchar más. Podía ser la adolescente que debía ser. Sin preocupaciones adultas. Sin hermanas locas que buscaban venganza. Sin tres tumbas allí en el cementerio. Podía ser simplemente... Una niña. Sí. Cómo él decía. Como quería. Por fin cumpliría su deseo. Gine seria una niña. Y esta vez seria de verdad. No se trababa de ninguna estrategia para conquistarle. Terminó. Gine podría ser una niña.

Dejó que las ultimas lágrimas salieran. Las sintió recorrer sus mejillas. Bajando por su mandíbula. Hasta su cuello.

—¿G-Gine? —una nueva voz la llamo desde arriba. Sonaba insegura. Tímida. Masculina y ronca.

Gine levanto la cabeza.

Calvin. Él vecino tímido. Quien le mandaba tarjetas de San Valentín cada año. Confesando su amor.

Estaba allí. Guapo y alto. Colorado cómo un tomate. Mirándola con ojos brillantes.
Era un regalo venido del cielo. La forma perfecta para empezar a ser una adolescente. Saliendo con chicos de SU EDAD. No para poner celoso a Jace. Sino por placer. Por diversión.

Gine sonrió. Quitando sus lágrimas en un rápido gesto.

—Calvin, amigo. ¿Que tal? —dijo con voz ronca.

Calvin pareció relajarse un poco. Verla sonreír le dio confianza.

—Siento molestar, pero... Te vi llorando y... Quería saber si estabas bien.

Gine intento sonreír más duro.
—¿Por qué no te sientas y hablamos? ¿te parece bien?

Calvin se puso rojo violentamente. Una chispa de felicidad encendiéndose en su mirada azul.

—S-si. Encantado. —dijo atropelladamente.

Gine palmeo a su lado.

—Aquí. —le indicó.

Calvin se sentó. Doblando sus largas y flacuchas piernas. Las rodillas llegando a su garganta. Apretó sus largos dedos en torno a sus muslos.
Miro a Gine.

—¿Me vas a decir porqué llorabas? —soltó a toda velocidad.

Gine río.

—Me gusta. Directo al grano. —sonrió.

1. Locas Historias De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora