CAPÍTULO 19

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Alejandro

Conduzco por la autopista a noventa kilómetros por hora, aunque, de vez en cuando acelero a ciento diez aprovechando que la chica que tengo detrás se amarra a mi cintura cada vez que lo hago. No puedo evitar sonreír al sentir sus brazos agarrándose a mi con fuerza.

En unos minutos estamos entrando en el aparcamiento de la residencia. Aparco la moto y retiro la llave.

—¿Vas a quedarte así mucho tiempo? —Pregunto a la chica que me acompaña, la cuál aún sigue abrazada a mí.

—Lo siento. — Su voz está llena de miedo.

No puedo evitar reírme ante la situación. 

—¿Nunca has montado? — Me bajo de la moto y me pongo a su altura. Sus mejillas enrojecen y tarda unos segundos en responder.

—¿Cómo?

—En una moto, digo. —Intento aguantar la risa ante el sucio pensamiento que sé que acaba de tener.

—Ah, no... Nunca.

La chica de pelo moreno se dirige a la pared para apoyarse y quitarse los enormes taconazos que lleva puestos. 

—No hace falta que lo jures, un poco más y me partes por la mitad. —Añado con una carcajada, es un buen tema para bromear.

—¡Ibas muy rápido! ¡Me tenía que sujetar en algún lado! —Exclama.

—Si era por eso... Yo tengo una barra dónde te puedes sujetar. —Hago un pequeño gesto indicando mi miembro viril.

La chica enrojece y pone los ojos en blanco.

—Eres un cerdo. —Hace un gesto de afirmación con la cabeza.

Termina de quitarse los tacones y se baja un poco el vestido de las piernas, ya que al agacharse se le ha subido un poco. 

—Pareces un poco... canija ahora que te has quitado esos zapatos. —Le he cogido el gusto a picar a esta chica.

—¿Te crees muy gracioso?

Me hace mucha gracia la cara de desesperación que pone. Creo que me lo voy a pasar mejor de lo que tenía pensado, esta chica tiene un carácter muy particular que llama mucho mi atención. Comenzamos a andar en dirección al que tiene que ser su edificio. Ahora que lo pienso no sé cómo se llama.

—Ahora que lo pienso, no sé cuál es el nombre de la señorita que me ha metido mano. —Digo.

—¡Me pones de los nervios! No te he metido mano, ¿acaso sabes lo que significa?—Se gira en mi dirección.

—Yo si, ¿y tú? Si quieres te enseño. —Añado acercándome a ella.

Pone los ojos en blanco, se da la vuelta y continúa andando. 

—Todavía no me has dicho tu nombre. —Insisto caminando detrás de ella. Lleva los tacones en la mano y... Joder, que culo.

—¿Y quién te dice que vaya a hacerlo? —Me mira y sonríe. No me lo pone nada fácil.

—Lo harás. 

Seguimos andando sin decir nada y al cabo de unos minutos nos paramos en la puerta del que parece su edificio. Saca la llave y puedo comprobar que su número de habitación es en el primer pasillo la número A. Creo que esa es la que está justo en frente de la de la hermana de Rafa. No creo que se conozcan, Eli no pasa mucho por su habitación. 

Pues si su habitación es esa... Sonrío ante el pensamiento que acabo de tener.

—Bueno... Gracias por lo que ha pasado en la discoteca y por traerme de vuelta.

Nuestro pequeño secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora