Amor vainilla

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Yunho estaba molesto con él, no solo porque le había enviado bastante lejos luego de confesarle sus deseos, también lo había notado cuando este salió del aula disparando maldiciones sin siquiera voltearlo a ver.

Donghae era consciente de lo disparatada que era su idea, pero eso no le impedía fantasear un poco sobre lo bueno que sería HyukJae en.... Como sea, la cosa era que estaba experimentando mucho por el mayor. El deseo era solo una parte, pero también estaba la picazón de querer volver a besarle, no había podido disfrutarlo del todo aquella vez en su habitación.

Subió a la sala de música y lanzo sus cosas a un rincón. Hacía mucho que no se dedicaba a lo que más le gustaba y ese día tenía unas ganas inmensas de tocar el piano. Al girarse descubrió a HyukJae recostado en el taburete.

El pelinegro tenía un brazo sobre sus ojos y el otro colgaba a un costado; la mitad de sus piernas también caían desde la orilla. Donghae se acercó cauteloso creyendo que no se había percatado de su presencia.

-No intentes nada- dijo de pronto la voz ronca de Jae.

-¿Cómo...?

-Fui tu acosar durante mucho tiempo, soy un experto en eso de pasar desapercibido y ocultarme. Tú en cambio eres terrible. Te escuche cuando entraste, suspiraste, lanzaste tu mochila en esa dirección- indico con su dedo índice y continúo: -Luego diste media vuelta, me miraste, sonreíste, y avanzaste dos pasos hacia acá.

Donghae fue bajando la sonrisa que efectivamente tenía en los labios, luego conto los pasos que había dado para comprobar y... -¡Joder eres increíble!

HyukJae no respondió, en cambio se levantó y se sentó correctamente para dejarle espacio a su lado. El azabache no dudo en ir ahí, le miró fijamente antes de colocar sus manos en las teclas del piano solo acariciándolas.

-¿Quieres que te enseñe un poco?- Hyuk se encogió de hombros. Donghae llevo una mano a su nuca con repentino nerviosismo y comenzó a tocar.

Las melodías le salían siempre desde el alma, pocas personas en realidad tenían un talento tan natural en la música, por lo que componer una canción o improvisar una no les era ni un poco complicado... menos con la inspiración correcta. El amor puede inspirar a cualquier arte, incluso las personas menos habilidosa con las manos, estando enamorados, puedo lograr hacer una obra maestra.

HyukJae se unió a él, pero aquello fue desastroso. Ambos terminaron riendo de las notas tan desordenadas que produjeron juntos, después dejaron de intentar y buscaron divertirse un poco. Donghae sentía que su corazón pronto saldría por su garganta, temía que sus latidos fueran tan fuertes que el pelinegro pudiera escucharlos, y también su respiración lo delataba.

De reojo miro su perfil, busco con desesperación el brillo de su mirar pero solo encontró una profundidad infinita sin rastro de luz. Guiado por un impulso beso la mejilla de Jae.

-¿D-Donghae?

El aludido le sonrió y tomo su rostro entre sus manos, sorprendiéndole. De la nada los labios de Donghae estaban pegándose a los suyos de manera hambrienta; de sus mejillas paso a enredar los brazos en su cuello, acercándolo cada vez más hasta estar pecho con pecho.

Hyuk iba a alejarlo, pero la voz necesitada y ronca del azabache le detuvo.

-Por favor, no lo hagas de nuevo- decía entrecortado. –Déjame continuar.

-¿Aquí?

-Aquí, donde sea. Solo sé que no me apartare.

De nuevo sus bocas estaban juntas, y esta vez, HyukJae respondía mejor, devorando los labios delgados del chico. Hae se movió sin cortar el beso, pasando un pie al otro lado del taburete para quedar de frente; con rapidez arranco la camisa del pelinegro entreabriendo los ojos para apreciar sus expresiones.

Blanco de lenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora