Los Cabrones De Los Astros

Tus demonios hablaron

  Una pregunta compuesta por dos simples palabras fueron más que suficientes para calmar el confuso corazón de Elliat.
  Estaba todo tan oscuro... Ella no quería responder a esa pregunta. Tan sólo quería llorar hasta que no quedase más nada en aquellos profundos pozos color ocre.
  Tomó minutos antes un depresivo que le ayudase a conciliar el sueño, aunque tras esa pregunta le resultó más bien un reto, pues no paraba de escuchar voces deslizantes camufladas entre sombras y risitas nerviosas.
-Sí -arrastraba una voz traviesa y malvada- di que sí -insistían las voces, incomodando a la joven.
  Jamás le había pasado algo semejante; había conseguido conectar con la persona que esperaba paciente su respuesta. Ahora estaba dentro de su realidad y sentía como los demonios que diariamente se alimentaban de su acompañante le dominaban, le manipulaban y jugaban con ella a su antojo, helándose a cada segundo su sangre.
Sintió miedo e impotencia. Tuvo ganas de pedir que callasen, pero las voces no cesaban y la persona que a su lado se hayaba esperaba aún su respuesta.
  Se produjo un largo silencio hasta que finalmente, inducida por un momento que desearía haber evitado y unas voces cansinas, Elliat contestó:
-Claro que sí, ¿qué haría yo aquí si por el contrario fuese?

  No estaba segura de si lo dijo por cesar sus voces o era lo que realmente sentía, pero pronto sintió un falso alivio, similar al de un cuerpo inerte en el momento justo en el que la serpiente, victoriosa, se desenrosca suavemente de su presa y esta se vuelve ligera en un suspiro.

  Elliat sintió abrir sus brazos y lanzarse al inframundo. Se dejó envolver por las llamas y la utopía de un paraíso sin tiempo, llantos, ni prejuicios. Y sólo entonces liberó su tensión. Sólo entonces se sintió ligera.

  Tan ligera como un cuerpo sin vida.