Capítulo 1: La ventana.

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" (...) ¿Es un joven asesino? ¿Cautivo? ¿Tiene alguna extraña enfermedad...? Ojalá pudiéramos averiguarlo."

- Y es por eso que debes tener cuidado, Boo Seungkwan. -murmuró Minghao con voz exageradamente dramática y fantasmal luego de haber leído aquel artículo en la red en voz alta, dando a su vez una extraña advertencia, como si algo malo realmente pudiera llegar a pasarle a su amigo.

- ¿En serio? -preguntó el aludido, alzando una ceja y estirando su brazo para poder cerrar la laptop frente al rostro del chino, dando por finalizada la estúpida advertencia y quitando de su vista aquel extraño blog, con anotaciones extrañas, sobre un chico extraño, de ese pueblo pequeño y extraño-. Sólo tú crees esas leyendas urbanas que encuentras por internet. Ese chico ni siquiera debe existir y si existe, ¿qué problema hay con que sea callado y esté en su casa hace meses? ¿Sabes lo que significa la palabra Hikikomori? ¡Hay millones de ellos! Yo sería uno si no fuera por mis padres. -Seugkwan carcajeó entre dientes mientras volvía a recostarse en la cama.

- "¿En serio?" -imitó con voz estridente el chino, mofándose de su amigo-. En serio que eres idiota, Seungkwan. Por supuesto que es cierto lo del chico raro. Mi primo lo vio. O eso cree él. Eres nuevo en nuestra ciudad, así que debes conocer cada cosa para sentirte como en casa y ésto realmente es importante, podría ser peligroso. Mi propia teoría dice que él hace magia negra porque viene de un...-

- Si fuera verdad darían detalles concretos sobre él -interrumpió Seungkwan-. No está su dirección, ni su teléfono, ni su nombre real... ¿Por qué crees cada basura de internet, Minghao? Además tú eres extranjero y no hay nada de malo contigo. -siguió insistiendo el rubio, con tono de queja, queriendo restarle importancia al asunto cuanto antes. Si se sumaba a la paranoia local sería peor. Para él y para su supersticioso amigo, al que conoció en una partida de un juego cooperativo en internet hace algún tiempo y que, daba la casualidad, es de la ciudad a la que Boo Seungkwan se mudó esa semana.

- Yah... sólo estaba intentando advertirte. Tómalo o déjalo. Yo pienso que es cierto. -Minghao volvió a abrir la computadora y señaló la pantalla desinteresadamente, para luego hablar en un murmuro-. Y 42 personas a las que les gusta este blog también piensan que es cierto.

Una carcajada trémula se escapó de los labios del chico que estaba recostado, negando con la cabeza para dar por finalizada aquella conversación.

Poco tiempo pasó antes de que Seungkwan se despidiera de su amigo, de cierta manera echándolo de su casa para seguir con la limpieza post-mudanza que había comenzado ese mismo día. Sus padres se habían encargado de lo más complicado y él sólo debería ordenar sus propias cosas en su cuarto, uno bastante amplio y luminoso, en la planta alta de la casa. Sin embargo pronto cayó la noche y el sentimiento de vagancia mezclada con falsa depresión que sentía al pensar que debería ir a su nueva escuela a la mañana siguiente, le obligaron a dejar sus quehaceres a medio hacer para distraerse con los videojuegos de su consola portátil, otra vez en la cama y boca arriba.

Todo era y sería diferente ahora que ya no vivía en la gran ciudad. Seungkwan se había criado en Seúl desde toda la vida. Y allí era feliz; pero a su familia le había parecido una buena idea llevar una vida un tanto más tranquila, y en cuanto tuvieron la oportunidad, no dudaron en trasladarse a un pueblo-ciudad lejos de la capital. Ahora tenían una linda y cómoda casa, no tan ostentosa, en un barrio tranquilo. Seungkwan empezaría una nueva vida y esperaba que la suerte estuviera de su lado. Él se consideraba -y era considerado- un muchacho alegre, perspicaz y capaz de sacar una risotada cualquiera fuera la situación; así que estaba seguro no le costaría adaptarse y caer bien en la clase. Él es de esos que nos les importa humillarse para hacer reír. La palabra payaso le quedaba muy bien y estaba, obviamente, orgulloso de aquello.

Cuando arrojó el aparato a su lado y dejó caer sus brazos fatigados por el esfuerzo que usó para jugar todo ese rato, se dio cuenta que la noche ya estaba bien entrada. La habitación ya estaba en penumbras y un frescor característico inundaba la habitación. En la ventana la brisa suave revolvía la fina cortina blanca que su madre le había puesto por ese mientras tanto de la mudanza.

Seungkwan se removió en su cama como un loco, fastidiado al pensar en tener que levantarse para cerrar la ventana, también se quejó entre dientes y exclamó varias veces con voz chillona la palabra "Mamá", esperando que la susodicha apareciera e hiciera por él aquella mundana tarea. Pero ella no apareció ni tras un minuto entero de estridentes alaridos, lo que significó que sí. El muchacho debía levantar su cuerpo del cómodo sitio para con pereza moverse hasta la ventana donde, por fin, pudo cerrarla. No obstante como era la primera vez haciéndolo, el chico, curioso por la vista, sacó su cabeza por la abertura y apoyó los codos en el alféizar.

«Refrescante». Pensó, recibiendo la brisa en su rostro, que pronto provocó que le dieran escalofríos, lo que provocó que se encogiera, tiritando y se arrepintiera de su estupidez mientras volvía a meterse y se disponía a cerrar la ventana, aunque mientras pasaba la vista por los alrededores, más precisamente por la casa de enfrente, algo le llamó la atención.

Su entrecejó se frunció y se fijó con atención en la ventana que estaba justo frente a él. Casi que podía notar cómo una sombra estática se había posado en el marco y aunque no distinguía ni un sólo rasgo de aquella persona, Seungkwan estaba más que seguro que lo estaba mirando desde su lugar. Seungkwan sintió la piel de sus brazos erizarse bajo la ropa mientras le devolvía la mirada. Aquellos ojos brillaban ligeramente en las penumbras, o al menos eso parecía. Era, inexplicablemente aterrador, sobretodo al percatarse de lo quieto que el otro estaba. Casi amenazante por su pose. El muchacho sintió nauseas y se alejó un paso de la ventana.

Sin querer llamar la atención del observante, cubrió el vidrio con la cortina lentamente, como si su vida dependiera de ello, pero tembloroso y sin poder quitarle de encima la vista a aquel que lo observaba desde el segundo piso de la casa al otro lado de la calle. No parpadeó hasta que la cortina le prohibió seguir viendo aquella sombra.

«Ok, eso fue extraño»

Se dijo a sí mismo, pensando por un momento en la historia que Minghao le había contado rato antes. Debería ser imposible que aquel sujeto fuera su vecino. Seguramente Seungkwan había visto cualquier cosa por haber pasado largo tiempo jugando videojuegos. Sí. Eso debía ser.

- ¡Mamá! -exclamó con voz aguda esa misma noche mientras bajaba las escaleras y se dirigía a la cocina, donde su señora madre se encontraba preparando la cena. Una vez en el umbral de la puerta de la cocina, la cual parecía estar casi lista con sus cosas ordenadas, Seungkwan carraspeó la garganta. Su madre parecía más que empeñada en ignorar a su hijo menor. El único que vivía con ella y su marido en ese momento. Sus demás hermanas ya se habían independizado años antes-. Mamá, quiero preguntarte algo. -Volvió a insistir Seungkwan, tratando de que se notara la urgencia en su voz.

- Soy toda oídos, cariño. -dijo ella, acomodando un nuevo plato en la mesa que ya estaba casi lista para poder cenar, evitando el contacto visual con su hijo. Antes de que él dijera algo más, volvió a hablar-. ¿Terminaste de acomodar las cosas de tu habitación?

- Mamá, no me cambies el tema... -dijo el menor, intentando no exasperarse, todavía demasiado nervioso por lo que había visto-. ¿Ya conoces a los vecinos? ¿Sabes quién vive justo en frente de nosotros?

- Oh, sí. Nuestros vecinos son personas increíbles en verdad, muy amables. -dijo ella, terminando de acomodar todo de una vez y sentándose a la mesa para por fin, ver a su hijo al rostro-. En frente vive una anciana. No pude hablar mucho con ella porque me dijo que debía ir comprar para la cena. Pero parece amable también. -mencionó ella. Seungkwan casi que puso los ojos en blanco. Para su madre todas las personas son amables-. Llama a tu padre para cenar, cariño, está armando un mueble en la sala.

El joven castaño, no volvió a pronunciar el tema esa noche. Se propuso hacer de cuenta que nada había sucedido y que los ojos que notó que lo habían espiado, eran los ojos de la anciana que su madre mencionó. Tal vez ella estaba senil y -supuso- es normal ese tipo tipo de conductas en las personas seniles.

Conductas escalofriantes y para nada normales.

Ser extraño es así de fácil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora