Capítulo 2: Color caramelo.

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A la mañana siguiente de su incidente con la ventana, Seungkwan comenzaba en una nueva escuela. Estaba bastante nervioso. Le había costado trabajo dormirse. Sus ojos habían vuelto una y otra vez a aquella cortina blanca y aunque por el angulo de la cama le fuera imposible ver a través de la cortina o siquiera el vidrio que cubría la abertura, no podía dejar de imaginar a la anciana de enfrente, la imaginó pasándose la noche entera mirando hacia allí, hacia él, parada frente a su ventana y empañando los vidrios con su aliento. Era una imagen... bastante terrorífica que convivió con él hasta altas horas de la noche. 

Sin embargo cuando despertó, algo afiebrado y agitado, inmediatamente el aroma a comida le obligó a bajar hacia la cocina. El delicioso desayuno de su madre y su positividad, lograron traer de vuelta al despreocupado Seungkwan en quien la confianza crecía poco a poco otra vez, pronto estando seguro que todo iría bien en su primer día de clases.

No obstante (y para su suerte) eso no había sido así:

Su madre lo había llevado con el auto y lo acompañó hasta dentro por ser el primer día, con la idea de chequear que todo estuviera bien con la nueva escuela de su hijo menor. Para sorpresa de la señora Boo, los trámites escolares no estaban listos desde la escuela anterior y un traspapeleo ocasionó que Seungkwan no pudiera asistir a clases hasta nuevo aviso. Por más escándalo que su madre quisiera hacer, los directivos de la institución no podían hacer nada para incorporar al chico. De hecho Seungkwan ya estaba resignado a permanecer en su casa, sin posibilidades de ir a clases, como mínimo una semana completa.

Por un lado pensó que sería dificultoso más tarde para poder ponerse al corriente. Pero por el otro, esa parecía una buena noticia que le dejaría tiempo libre para adaptarse al nuevo ambiente con tranquilidad y, quizás, aquello le permitiría conocer un poco más la ciudad en donde pasaría los siguientes años, sin mencionar, por supuesto, que podría perder el tiempo en videojuegos y películas, incluso en pasar tiempo con su amigo chino.

Lo primero que hizo aquella mañana a penas volvió al auto fue dejarle un mensaje a Minghao, contándole las buenas nuevas de que no iría a clases por el momento. Pero su amigo no contestó. El chino debería estar en clase, pensó más tarde el rubio.

Tras ayudar a su madre a hacer las compras, volvieron juntos a la casa. El aburrimiento de no tener nada para hacer obligó a Seungkwan a volver a su cuarto y dormir un par de horas más hasta el almuerzo. Para su sorpresa, sin embargo, no fue despertado por su madre. Al abrir los ojos, Seungkwan se encontró con un rostro conocido. Era Xú Minghao quien lo miraba con ojos bien abiertos a la par que sacudía un poco su brazo para despabilarle.

— Seungkwan... Tu madre dice que el almuerzo está servido. —masculló el delgado chico como si fuera lo más normal del mundo, sorprendiendo bastante al dueño de la habitación.

— ¿Cómo es que...? ¿Hace cuánto estás aquí...?

— Hace como una hora. Salí temprano de clases hoy y cuando leí tu mensaje, vine. Tu madre me dejó pasar pero tú estabas durmiendo. —explicó desinteresadamente. Seungkwan se rascó la cabeza, pensando que su madre no había notado que se había dormido.

Ambos bajaron a la cocina para almorzar. Su madre los dejó tranquilos mientras ella seguía arreglando las cosas de la casa. A penas terminaron de comer, Minghao corrió nuevamente al cuarto de Seungkwan. Había recordado algo que quería mencionarle al más joven.

— ¿Por qué me haces correr luego de comer? —se quejó sonoramente el rubio Seungkwan mientras subía las escaleras y más tarde se apoyaba en el marco de la puerta de su propia habitación. Minghao se había aproximado a la ventana y descorrió de un tirón la cortina que tapaba el vidrio. La abrió rápidamente y sacó su cabeza por la ventana, tal y como había hecho Seungkwan la noche anterior. Recuerdos de ese misterioso y perturbador momento, bombardearon al más bajo.

Ser extraño es así de fácil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora