CAPÍTULO 1

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El frío vuelve.
Otra vez, el frío invierno.
El aire pesado y espontáneo, la lluvia fuerte y desolada.
Las noches parecen días, los días cortos, amaneceres tardes y atardeceres tempranos.
Y el frío vuelve.
Me levanto del suelo y sigo mirando la ventana, el cristal esta lleno de polmo, las gotas de lluvia lo empañan.
En este viejo polígono industrial dónde no hay polvo no hay lugar, es imposible, todo esta repleto de polvo y más polvo, un polvo condensado y espeso.
Salgo de esa estancia y me dirijo al cuarto del fondo, el más acondicionado para esta época, el más calido, el que menos corrientes tiene.
Y donde esta ella.
También es el cuarto más limpió, lo limpió cada día mientras duerme, para que pueda sentarse en el frío suelo cuando despierta. Abro la puerta y la encuentro jugando con lo poco que tiene, un peluche que encontre en un contenedor de la ciudad, al verlo pense en la pequeña Mery.
Es ángel y diablo, dulce y espontanea.
Esta débil. Lo ha estado durante el verano y ahora, con el frío invierno que será de nosotras. Mamá hace todo lo que puede, pero esta enferma. Pero sigue adelanté, con la cabeza bien alta y el mundo bajo sus pies.
Yo sigo su ejemplo.
Lo intentó seguir, anque es complicado debido las circunstancias, debido a no tener nada, debido a vivir a lejadas de la sociedad, debido a vivir de los restos de la gente, de comer de su basura, debido a vivir de ocupas en un viejo polígono.
No tengo estudios, deje de estudiar cuando empezó nuestra mala racha, tenia 12 años. Y desde entonces parecemos nómadas de lugar en lugar, de mercado a mercado, de furgoneta a camioneta...
Hace 5 años de eso, no acabe ni primero de la ESO... Fueron circunstancias... Deudas, impuestos, embargos, cartas, medicamentos, viajes, trajedias, bajadas, subidas, fiestas, perder el control, vinieron curbas y soltamos el volante. Fue cuando nació Mery, ahora lo más importante es ella.
Rebusco en las cajas de carton algo que llevarse a la boca, encuentro un zumo de melocon caducado, de una semana o así. Lo cojo y también cojo una pieza de fruta que tiraron en un supermercado y también un yogur de fresa. Me acerco a dónde están. Me siento en el suelo con ellas, la manta que pusimos en el suelo nos calienta. Muentro la poca comida que tenemos. Le doy a la pequeña el yogur de fresa, tiene más nutrientes que el zumo y la fruta. Mamá coje el zumo, esta demasiado débil para masticar. Cojo yo la pieza de fruta, una manzana, esta agria. Pero me la como. Poco a poco. En pequeños mordicos, mi estómago esta aconstumbrado a pasar hambre y cuando le doy algo de comer tiene de ser poco a poco, si no acabo vomitando. Mery también se toma su yogur poco a poco, sabe que se debe comer así, la pobre no conoce otra vida que esta, hambre, frío, tristeza...
Se duerme al rato.
Tengo que hablar con mi madre sí o sí. No vamos a poder aguantar así más tiempo, las tres no tenemos apenas fuerzas. Y los meses que no esperan
a van a ser duros.
-Mamá. Mañana iré a la ciudad.
-Denis.-tartamudea, tuerze la boca, se coje con las manos la garganta, los ojos se le emudecen, le duele.-Como.-se para a respirar.-¿Como como irás?
-Estamos a 13 kilómetros de un pueblo, iré allí. Me las apallare. Iré a la ciudad y buscaré trabajo o algo. -hace una mueca, me suena esta historia.- Volveré antes de la medianoche, ya sabes como Cenicienta. -y sonríe. Y nos reímos.
Nos tumbamos en el suelo, cada una en un extremo del cuartucho. Me desperatare antes de que amanezca, ir hasta el pueblo más cercano es un rato.
Me remuevo en el viejo suelo, no puedo dormir, el estómago me ruge, me duele, comer. Comida, comida y más comida. En eso solo piensa mi cabeza. El aparato dijestivo me hace pasar una mala racha recordandome sabores de alimentos, como palomitas o queso fundido, o pasteles o un basó de chocolate caliente con churros. Me levanto desgastada, la espalda me duele al igual que los pies. Cojo un trozo de cartón y un bolígrafo viejo y les dejo una nota. Cierro la puerta con cuidado. Caminar por los viejos pasillos de un polígono a las 2 o 3 de la mañana no es lo mejor, el viento se cuela. Me asustaria si no supiera al 100 por 100 que estamos solas. Pero lo estoy. Me dirijo a la puerta del ala este B, es la que más solemos usar. Siempre dejamos esa puerta abierta, el pomo esta atancado y para ahorramos más problemas la dejamos abierta. Salgo. El suelo esta mojado, llovia. Ahora ha parado. Miro las estrellas, y si son las 2 y 37 de la mañana. ¿Qué como lo sé? No es porque ame la astrología, ni nada de eso. Hace un par de inviernos estabamos en una fábrica también abandona con unas familias una era húngara, otra marroquí y otra gitana. Entre todos aprendimos a interpretar las estrellas, y por eso ahora lo sé. Camino y camino, antes de que sean las 6 de la mañana ya estoy en el pueblo, los pios me duelen y me escuezen, es lo que pasa cuando solo tienes unas manueletinas y andas 13 kilómetros. Me dirijo a la plaza, esta todo cerrado. Veo un contenedor abierto y como una loca me tiro para ver si puedo encontrar algo. Una bolsa de patas, bien pienso para mi misma. La escondo dentro de un macetero que hay en la calle. Voy a ver cuando sale el próximo autobús. Detro de una hora. Si me siento a esperar será peor. Decido andar dando vueltas por la plaza, se que si me siento mis músculos se agarrotaran y después no podré levantarme. Camino cada vez más despacio, para bajar las pulsaciones y a la vez intentar que el dolor de los pies mengue pero no es así. Me escuecen. Y mucho. Me los curare al llegar a casa, bueno casa, ya sabéis dónde. Soy indigente. Vivo en la calle, no tengo nada, pero sigo adelante día sí y día también. Con dolores, sin luz, con frío, con mosquitos, sin calefacción, con ratas, sin higiene, sin comida...
Daré asco, olere mal no fatal, desde hace una semana no lavamos la ropa y eso incluye no ducharse, y eso incluye dar asco. El pelo encrespado, la piel seca, los ojos cansados, las manos secas y arrugadas, con cayos y moratones y cortes. La cara delgada y paliducha como el resto del cuerpo.
El autobús llega.

"S (he's) br (ok)en."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora