Capitulo 1: Mis raíces

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A través de las generaciones, muchas historias se han convertido en grandes leyendas, pero no se debe a la grandeza de sus personajes, o a sus hazañas, si no a la valentía y el valor que tuvieron para superar sus retos. Esta historia antes de convertirse en leyenda, fue creciendo poco a poco con cualidades indispensables para quedar escrita en la inmortalidad, donde se demuestra que, con una gran determinación, coraje, nobleza, amistad y sobre todo una enorme sed de aventura se logran hazañas increíbles.

Todo empezó una noche muy tormentosa, la lluvia caía del cielo con fuerza como si se tratase de pájaros muertos en pleno vuelo, el viento soplaba como si gigantes en las montañas reunieran fuerzas para alejar las nubes, y los rayos caían del cielo con feroces rugidos. En las lejanas tierras de Arderin, un pequeño pueblo al norte de Irlanda, la noche trajo consigo una amarga sensación como si se tratase de la mismísima muerte; el aire arropaba el piso con un fuerte aroma a azufre, haciendo humedecer los ojos de las personas más cercanas; tan hostil era el aroma, que algunos gritaban de dolor mientras colocaban sus manos sobre sus parpados para protegerse de una posible ceguera.

Cubierta con una máscara de tela parecida a la de un pájaro, una terrorífica anciana, con un enmarañado cabello de color rojo, nariz chata como una papa y de quizá unos ochenta y tantos años, deambulaba con un bebé en brazos. Este niño lo cubría con mantas encantadas para cuidarle de la tormenta, se trataba de un pequeño humano, lo cual era muy extraño ya que en las cercanías de Iknes, solo habitaban los elfos. Esta señora llegó a una humilde choza habitada por una joven pareja élfica como cualquier otra, eran ellos, el señor Krenk y su esposa Linz. La anciana abandonó al pequeño bebé en la puerta de la choza, únicamente dejando al niño con un colgante en forma de bestia, y después de abandonarlo, simplemente la mujer desapareció en medio de la tormenta sin dejar rastro alguno. Con el pasar de las horas, la noche se tornaba cada vez más oscura y espeluznante, al punto que esta silbaba con el rozar de los árboles.

Luego de que la tormenta había cesado, temprano en la mañana antes de la salida del sol, un fuerte llanto retumbaba en las humildes chozas del lugar. El pobre bebé ya no aguantaba el terrible frío que estaba experimentando, y la pareja dentro de la choza al escuchar este terrible llanto, salió apresuradamente para socorrer al pequeño. Ambos notaron que este estaba plantado en la puerta de su pequeña choza; indudablemente le recogieron y entraron rápidamente para ver de qué se trataba.

Sin perder un segundo, colocaron la pobre criatura sobre la mesa, y luego de quitarle las mantas encantadas, se percataron de que se trataba de un bebé humano, pero eso no fue lo que llamo su atención, lo más resaltante de ese niño, era la tonalidad de sus ojos; uno tan verde que los pastizales más bellos quedaban opacados, y otro tan marrón que ni el peor de los pantanos infestados de ogros se podía comparar. Al instante el bebé dejó de llorar, pues parecía que le asustaba más estar solo, que tener frío.

La joven pareja de elfos al darse cuenta en la situación en la cual estaban, decidieron adoptar al jovencito sin condición alguna.

- ¡Que hermoso bebé! - Dijo Linz con el debido cariño que solo puede dar una madre.

- Sera el hijo que siempre deseamos tener amor mío - Dijo el esposo de Linz, aunque por dentro sabía que jamás seria uno de ellos, ya que evidentemente era un humano.

Con cuidado, Linz tomó el colgante que llevaba el bebé puesto, y al notar que este tenía la forma de una bestia, bautizó al bebé "Pantronus", en honor a un noble hombre que era capaz de domar bestias salvajes sin temor alguno.

- Tu nombre será Pantronus mi pequeño pedacito de cielo - Dijo Linz con una tierna sonrisa teniendo al niño en brazos.

Mientras, en un lejano poblado habitado por humanos llamado Loskeran, ubicado exactamente en las orillas del Mar Céltico, otra historia había comenzado a la par de Pantronus. Un pequeño bebé de cabello negro, piel pálida como una nube y ojos oscuros como la noche, demostraba ser diferente al resto. Se llamaba Denzar, y con tan solo un año y medio de edad, demostraba impresionantes cualidades propias de los grandes magos, este niño antes de poder caminar, ya trataba de utilizar la telequinesis para tomar sus juguetes a distancia, y aunque era muy torpe haciendo levitar las cosas, su nivel no lo alcanzaban los otros magos, sino hasta que se lo enseñasen; tarareaba hechizos sin haberlos escuchado o aprendido, y hasta demostraba un intelecto superior al de los demás niños de su edad resolviendo puzles.

El Guerrero y El MagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora