Intrigante remolino azabache,
que nace entre las hojas,
hojas que deslumbro sin pesar,
ligeras, tardan una eternidad, en llorar
con la melodía del violín.
Aurora boreal, sin lugar, en el cielo,
arranco la tierra, siendo, yo
un resignado de mi destino,
la miseria grita desvelada,
pero tenuemente no la puedo oír.
Eternas al igual las pestañas,
que cubren tus perdidas miradas,
obscuro es este mundo,
y el búho, lo despreciará.