uno.

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Un leve grito ahogó aquella pequeña sala. Ross tomó fuermente la mano de Laura, y susurro por décima vez a su oído “todo estará bien”, Laura solo rodó los ojos.
Aproximadamente 15 minutos después del duro trabajo de parto, un agudo llanto inundó todo el lugar. “Felicitaciones, es una niña”, dijo la enfermera mientras se llevaba a la pequeña para constatar que todo estuviera bien.
Laura dió un suspiro de tranquilidad y reposó su cabeza en la incómoda camilla. Cubrió su rostro con ambas manos y rápidamente pequeñas lágrimas comenzaron a asomarse.
Ross sonrió ante este acto y destapó el rostro de Laura acomodando uno de sus traviesos mechones por atrás de su oreja.

—Jamás dejaré que algo les pase, Laur.

Dijo con su voz temblorosa y Laura sonrió.

—Gracias.

Finalizó por fin. Ross hizo un gesto de alegría, y la enfermera se acercó con la pequeña en brazos posandola sobre los brazos de Laura, quien quedo anonada mirando la pálida piel de la bebé, y los profundos ojos color miel que sin duda eran idénticos a los de Ross.

—Podríamos ponerle Allyson, ¿te agrada?

Preguntó el rubio con algo de timidez, era algo extraño que dos inmaduros e irresponsables adolescentes se encontraran con una pequeña a su cargo y planeando que nombre ponerle.

—Ally, me encanta. —Soltó mirando a Ross a los ojos, mientras que con su mano acariciaba las diminutas piernas de su hija.

Sus vidas habían tenido un giro de trescientos sesenta grados de un día para otro, desde aquella noche en la qué fugazmente todo pasó sin siquiera saberlo.
Pasaron de alcoholizarse y asistir a fiestas, a desvelarse día y noche por la pequeña. Cambiaron cigarrillos por biberones, y una vida de adolescentes por cambios de pañales y tardes en el parque con Allyson.
Y si me preguntan qué era de su relación, pues nada. Eran lo mismo que cuando toda esta locura comenzó. Simples amigos, pero ahora, con una bebé en común. ¿Quien lo pensaría, no? Ellos, luchando con pañales, chupetes y biberones, dejando de lado todo lo que les gustaba hacer. Eran ellos, contra Ally. Dos, contra uno.
Su vida había cambiado lo suficiente como para madurar en 9 meses lo que no habían logrado aprender en 18 años.
Ahora sabían cuando la niña tenía fiebre, gripe, cuando le dolía la panza y cuando tenía hambre. Cuando quería jugar o cuando necesitaba un cambio de pañal. Eran como niños... Pero jugando con una muñeca real.
Ross ya no podía salir y acostarse con la primer oxigenada que se le atravesara. Laura ya había descartado la idea de ir a la Universidad.
Por la mañana Laura daba clases particulares de matemática en la escuela secundaria. Por la tarde Ross trabajaba en el pequeño Starbucks de la ciudad.
Y así transcurrían sus semanas.
Pañales por aquí, chupetes por allá.
Tropezones con aquel sonajero que se encontraba en el piso, y risas.
Millones de risas.

—Laura, por favor, ayúdame —Grito Ross desesperado mientras mecía a la pequeña Allyson en sus brazos tratando de que dejara de llorar.— Ya no se que tiene.

—Con cuidado, idiota. La podrías lastimar.— Dijo la morena acercándose a la cuna de la niña, tomandola de los brazos del rubio y recostándola allí adentro.— ¿Qué sucede, Ally? Aquí esta mamá. —Susurró en su diminuta oreja, y Ross sonrió al ver esa escena.— ¿Le has cambiado el pañal, Lynch?

—Claro. Y cuando lo hice ella no gritaba de esta forma.

—Oh, ya veo. Déjame ver. —Dijo desprendiendo los botones del body de Ally, dejando a la vista el pañal apretado y mal puesto que cubría el cuerpo de la pequeña.— ¿Y todavía te sorprende que llore? —Preguntó Laura, dándose la vuelta y arqueando una ceja con la mirada penetrante en los ojos de él —

—De seguro ella lo corrió. —Dijo cruzándose de brazos.

—Por favor, Ross. Admite que aún no has aprendido. —Rió ella, acomodando el pañal y acomodando la ropa de la pequeña. Luego depositó un pequeño beso en su naricita, y la llevo consigo hasta el espacioso living.—

—Sabes, creo que hay mucho que debo aprender aún. —Dijo Ross sentándose al lado de Laura en el sofá.

—Tranquilo. —Laura tomó la mano del rubio y éste sonrió. — Queda mucho tiempo para aprender, y ella nos enseñará.

two against one; rauraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora