Capítulo 1

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Allí estaba, había llegado al colegio, el lugar que probablemente más temía, temía llegar a clase y ver a mis compañeros, temía que me humillaran a la hora del recreo, temía las amenazas, no sabía qué hacer frente a ellas ni cómo actuar con mis compañeros.
Ese día fue diferente, estaba muy asustada y había pensado en muchísimas maneras para evitarles, el problema es que para hacer clase les tendría que ver y eso era lo que no quería, yo ya vivía con ese miedo desde que era pequeña, estaba harta de ellos, pero no podía ni imaginar lo que me podrían hacer si se lo contaba a mis padres o a los profesores que, a estas alturas deberían de haberse dado cuenta aunque yo no hubiera abierto la boca.
-Buena surte, cariño- me dijo con un tono dulce mi madre.
-Muchas gracias, te quiero- le respondí con una sonrisa fingida y disimulando los nervios.
Ya. Tenía que pensar en algo, estaba bajando del coche, todavía no me había visto nadie, mi madre ya se había alejado con su coche y, de repente se me ocurrió que podía escaparme, ya era mayorcita, podía pensar sitios a los que ir. No asistir al colegio por un día, sonaba bien la idea.
Pensé y pensé lugares a los que ir y, al final acabé en casa de la abuela, no quería pero, qué remedio, no tenía amigas y, si las tuviera, no habría escapado. Intenté evitar esta opción, por si avisaba a mis padres de que estaba con ella o me preguntaba cosas como por qué no estaba en el colegio. Toqué a la puerta todavía dudando de si ese era el lugar correcto para ir y me abrió con su bata rosa repleta de flores de colores. Pasé, no sabía qué hacer, así que me senté en el sofá, ella estaba haciendo té, lo sabía por el fuerte olor que salía de la cocina y, al rato apareció en el salón, me ofreció té, asentí porque, aunque no tuviera ganas me sabía mal que se hubiera molestado en prepararlo, y se sentó enfrente de mí. Encendió la tele y puso un documental cuando empezamos a hablar. Me extrañaba que no me preguntara nada fuera de lo común. Pasó el tiempo cuando, de pronto, le dije que debería de estar en el colegio y le rogué que no avisara a mis padres y, extrañamente, eso hizo. Parecía contenta, quizá fuese porque era la única compañía que tenía así que, me sentí aliviada al saber que podía confiar en ella. Comí con ella, me hizo unos espaguetis a la boloñesa, mi comida favorita y, más tarde, me dirigí de nuevo al colegio, donde mi madre siempre me recogía a las 17:00h.
-¿Qué tal las clases, cielo?- preguntaba con interés.
-Como siempre, bastante bien- volví a mentir un día más, solo que ese día ni siquiera había ido.
Llegué a casa y merendé unas galletas, después subí a mi habitación, me tumbé en la cama y me puse a pensar en la mierda de colegio en el que estaba. Llevaba ahí desde los tres años y siempre he sido la rarita de la clase. A los cinco tenía un par de amigas ahora, con catorce, ni las piedras me querían. A los diez años, un año después de que mis dos amigas se cambiaran de colegio, empezaron a insultarme, con doce me daban alguna que otra bofetada, ahora, aparte de eso, también están las amenazas. Había pensado muchas veces en cambiarme de colegio, pero dejé de tener esas ideas hace mucho. Yo le insistía a mi madre, quien me decía que ese colegio estaba bien de precio y de nivel académico así que paré de preguntarle tanto porque lo sabía, sabía que tampoco teníamos tanto dinero como para cambiarme de colegio y pagar otros libros diferentes, sabía que mis padres ganaban poco dinero, así que lo dejé.

El Giro De Mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora