La oscuridad de la noche abrigaba la ciudad completamente, pequeños rastros de vida de las farolas de la calle y la luz proveniente del interior de alguna casa complementaban el panorama típico de una sociedad que rendía sus frutos por el día.
El silencio abrumador del Hospital General se veía interrumpido continuamente por algún quejido o voces apagadas, el médico Robert Fox se encontraba en su consultorio trabajando en todo el papeleo que había acumulado por días, su turno generalmente era por la mañana, pero esta vez se dedicó en pedir horas extras por la noche para terminar todo lo que le quedaba pendiente.
Sus dedos volaban por el teclado, se encontraba inmerso en lo que contenía la pantalla de su ordenador hasta que escuchó un golpeteo leve en la puerta, la cual llevaba a uno de los innumerables pasillos del hospital
- Adelante Susan.
Una joven maniobró el cerrojo de la puerta hasta abrirla y entró al despacho de Robert con un café humeante en la mano izquierda.
- Vaya que estas desesperado Rob - Dijo ella entregándole el café al doctor
- No puedo creer el número de expedientes de esta semana, además de que los tengo que entregar todos en tres dias - Respondió tomando el café con ambas manos y dándole un sorbo pequeño.
- Tal vez lo mas increíble es el horrible sabor de esta cosa, ¿Acaso no hay presupuesto para un buen paquete de café? - Añadió haciendo una mueca y dejando la infusión sobre el escritorio.
- Según dicen, es el favorito de el director, por eso lo siguen usando y cree que nos gusta a todos.
- Dios, que gustos tiene nuestro jefe.
- Deberías sugerirle que adquiera una licenciatura en Café de buen gusto.
- Eso o traerme un termo lleno de algo exquisito, por que eso es una porquería - Dijo señalando la taza de su mesa.
- Pareces molido con todo esto, al papeleo me refiero, no tienes buena pinta, ¿Por que no vas a tu casa y descansas un poco?, ya cumpliste con lo tuyo.
Robert dirigió la mirada hacia los ojos de Susan, los cuales eran verde intenso, permaneció callado.
- No me digas, ¿Esa vena masoquista que llevas dentro? - Dijo cruzándose de brazos y sonriendo de oreja a oreja.
- Solo soy un poco masoquista, ¿Qué me dices tu?, Señorita Perfección.
- Venga ya, vete a descansar, son las dos de la madrugada - Respondió Susan riendo.
- ¿Te veré cuando regrese? - Preguntó Fox levantándose de su silla de cuero, produciendo un sonido particular y familiar.
- Puede.
Robert guardó el archivo en el ordenador y lo apagó, tomó su maletín con cientos de papeles desordenados y tomando la taza con infusión caliente, se encaminó a la puerta haciendo girar la perilla.
- Primero las damas - Dijo Rob dirigiéndole una mirada burlona.
- Oh Jesús - Respondió ella riendo y finalmente saliendo al pasillo.
Fox cerró con llave y le dijo:
- Por cierto, gracias por el café horrible.
- Hazme un favor y ordena ese revoltijo de papeles que tienes, te veo luego - Susan se alejó hacia otro pasillo iluminado, ondeando su melena rubia.
Robert se marchó también en camino al ascensor, con una sonrisa en el rostro, pulsó el botón de primer piso, y se dirigió a la recepción.
- Adiós, ya hice mucho estorbo por aquí.
- Siempre es bueno contar con otro elemento más - Dijo la recepcionista sin apartar los ojos del ordenado. - Conduce con cuidado Rob.
El Medico marcó su tarjeta y se fue del hospital por la salida principal.
El frío del exterior era demasiado, Robert corrió a su coche Honda tiritando.
Encendió su auto y lo puso en marcha para ir a su hogar entre la soledad de las calles, se permitió unos acelerones leves para escuchar el motor de su automóvil.
Robert era consciente de que esa chica, Susan, le parecía muy linda y le producía un efecto de enamoramiento cuando hablaba con ella, estaba pensando en tomar horas extras mas seguido.
Llego a su hogar entre la penumbra. Consideraba su casa un lugar acogedor e imperturbable, instalado en una de las mejores zonas de la ciudad de Zacatecas. El fraccionamiento colonial donde residía se encontraba lleno de casas modernas y otras mas antiguas aun conservando la cantera, algo característico de la ciudad, a Robert le gustaban esos contrastes entre viejo y nuevo.
Aparcó en la acera al frente de su hogar, no quería estacionarse en el garaje ya que pronto utilizaría de nuevo el coche.
El silencio continuaba siendo sepulcral.
Cuando se disponía a abrir la puerta de su hogar se dio cuenta de que estaba entreabierta, el estaba seguro de que la había cerrado.
Retrocedió por insisto imaginado que el único lugar que consideraba apacible y seguro, ahora era peligroso.
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Una Muerte Planeada
Mystery / Thriller«Es hora de que pague por lo que me ha echo, su negligencia le costara caro». La vida del doctor Robert Fox dará un giro inesperado al ser testigo de diversos sucesos trágicos que lo persiguen a el y a sus seres más queridos. Todo toma un nuevo rumb...