2.- Dante

35 4 0
                                    


Desperté tumbado de manera extraña en el amplio sillón de cuero negro de la sala de mi casa, sin poder recordar de qué manera había llegado ahí, no podía concentrarme en nada más que en el terrible dolor de cabeza que sentía.

La maldita luz del día entró a mis ojos nada más abrirlos, solo empeorando mi molesta resaca. Escudriñé la habitación en busca de algún indicio que me ayudara a entender que había pasado la noche anterior, pero todo parecía estar en su lugar excepto una gran botella de vino de mesa que se posaba abierta y vacía a los pies del sillón de cuero.

Bien hecho Daniel, te embriagaste con vino de mesa y ahora no recuerdas que pasó, eres todo un malote. Me dije criticando mi patética acción.

Habían pasado ya muchos días desde el funeral de mamá, no sabría decir cuántos exactamente porque los había pasado ebrio o dormido.

Tenía sed, casi corrí al refrigerador buscando algún líquido que pudiera aliviarme. Nada, el frigorífico estaba atestado de tuppers con comida caduca, algunas frutas en mal estado y una cosa blanca al final de... ¿Un teléfono? ¡Un teléfono!

Pero ¿qué diablos hacía el mil veces maldito teléfono inalámbrico dentro del refrigerador? Moví algunos tuppers para alcanzar el teléfono y... ¡Oh Mira! ¡Un six pack de cerveza!

Olvidé lo que estaba haciendo y tomé una cerveza, la abrí y me la bebí entera en un santiamén. <<Ahhh>> suspiré al sentir el frío líquido recorrer mi garganta. Justo lo que necesitaba para combatir la resaca... más alcohol. Tomé otra cerveza y me tumbé en el sillón de nuevo, encendí el televisor y bajé la mirada a mi bebida.

Una fea mancha café sobresalía en mi pantalón caqui, ¿Desde cuándo llevaba puesto ese pantalón?, por lo menos dos días, ¿O eran tres?, tal vez cuatro, a quien le importa.

Seguí pretendiendo escuchar la televisión, en realidad sin poner atención, no quería pensar en nada, no quería acordarme de nada, de ningún aspecto de mi mísera vida. No quería pensar en madre, ni recordar que oficialmente estaba solo en el mundo, sin padres, sin amigos, sin novio, sin perro, sin sexo.

El sonido amortiguado parecido al de un teléfono inalámbrico dentro de un frigorífico llegó a mis oídos, terminé mi cerveza y regresé al refrigerador por otra más... ah sí y para contestar el teléfono.

<<Diga>> dije arrastrando la palabra al mismo tiempo que abría una nueva lata de cerveza.

<<Hola bebe, gracias por contestarme, he estado muy preocupado por ti>> Mencionó una voz falsa y cretina a través del frío teléfono blanco. Bueno, en realidad la voz se escuchaba genuinamente preocupada... ¡Pero provenía de un hombre falso y cretino!

Ahora recordaba por qué estaba el teléfono abandonado dentro del refrigerador.

<<Dante, ¿por qué me hablas?, ¿Qué es lo que quieres?>> dije con voz de fastidio al que era un culpable más de mi tristeza.

<<Saber de ti, me enteré de la muerte de Evangeline... Lo siento mucho>> dijo lastimeramente Dante. <<Lo siento por todo Daniel, por no estar ahí cuando lo necesitaste, por engañarte de esa forma... Por favor entiende, mi amor, yo me sentía solo, ya nunca me buscabas, no querías pasar nuca tiempo conmigo. >>

Suspiré y dije su nombre en mi pensamiento, cuanto dolía darme cuenta que, ese hombre, al que alguna vez ame y con el que creí ingenuamente que compartiría mi vida, no era más que un crío malcriado.

Un chico que no supo darme apoyo y comprensión en los momentos más difíciles de mi vida, el mismo chico que un día me dijo "tú eres mi milagro personal, la persona que más quiero en la vida".

El recordar aquellas palabras hicieron que el nudo que llevaba en la garganta desde el día del funeral de madre, se apretara aún más y unas calientes lagrimas brotaron amenazando en salir por mis cansados ojos, demostrando solamente mi debilidad interior.

<<Yo, uhh, yo estoy seguro de que... ahora, podemos ser felices de nuevo. Regresar a lo que éramos antes, Daniel, no hay nada que impida que nos amemos para siempre. >>

Sus palabras lejos de convencerme me lastimaban "Ahora, podemos ser felices." ¿Ahora que había muerto madre? ¿Ahora que no tenía a quien cuidar por las noches? ¿Ahora que no tenía que pasar mi día entero viendo por su bienestar, cuidando las finanzas de la familia y cumpliendo con sus compromisos?

Porque esa fue la razón de nuestra ruptura, cuando madre enfermó Dante comenzó a demandar demasiada atención.

"¿Por qué no me hablaste para desearme buenos días?, ¿Por qué no me puedes acompañar a este concierto?, ¿por qué no puedes pasar esta noche conmigo?, ¡Ya no somos los que éramos cuando empezamos!, tus brazos están perdiendo tono, has dejado de ir al gimnasio, estas muy delgado, yo me cuido para ti ¿Por qué no puedes hacer lo mismo por mí?"

Comentarios como los anteriores llegaban a montones día a día, francamente lo desconocía.

No me malentiendan, yo sabía que Dante era un chico algo vanidoso, sabía que se ponía quisquilloso con ciertas cosas y que estaba acostumbrado a lo mejor, tomando en cuenta que Dante provenía de una muy buena familia.

Pero nunca pasó por mi mente que careciera totalmente de empatía o solidaridad. Nunca se puso en mis zapatos en momentos difíciles.

Cuando cancelaba algún plan porque mi madre tenía alguna consulta o mostraba desmejoras, Dante se hacía el ofendido y dejaba de hablarme hasta que se le pasaba o le regaba que me disculpara. Qué lindo hubiera sido que en lugar de eso cancelara sus "planes" para acompañarme en una noche en vela o una situación difícil.

Se quejaba regularmente de que no me alimentaba bien, que el novio de tal o cual amiga se estaba poniendo más guapo que yo. ¿Y si en lugar de eso hubiera aparecido alguna vez por casa de madre con comida para todos?

Ahora entendía que Dante nunca se preocupó genuinamente por mí, yo fui solo un objeto más que le sirvió para presumir.

Un día quise darle una sorpresa, la noche de año nuevo llenaría de flores su habitación para pedirle disculpas por que no tuve oportunidad de acompañarlo en navidad, me había asegurado que todo fuera perfecto, era un helado viernes en la tarde, Dante se había ido de viaje y regresaba hasta esa noche, la anhelada noche de año nuevo.

Lo esperaba en su habitación llena de flores, con poca luz, había frotado sobre mí un aceite que lo ponía loco, estaba sumamente excitado y listo para una noche intensa al lado de mi amado.

La sorpresa fue mía cuando entró a la habitación acompañado de otro hombre, abrieron la puerta entre besos y caricias muy íntimas, estaban preparados para tumbarse en la cama cuando me vieron. Yo estaba sin camisa con un pantalón de mezclilla azul y un cinturón negro.

Me sentí la persona más estúpida del mundo, tomé mi camisa de botones blanca y corrí a mi auto sin inmutarme por los intentos de Dante para que le dejara explicar todo.

Las cosas estaban claras, él ya no me necesitaba, nuca me había querido y fue entonces cuando caí en cuenta de que Dante siempre fue un estorbo para mí.

<<Dante, sal de mi vida de una vez y para siempre, yo ya no quiero nada de ti. >>

Colgué el teléfono y lo regresé al refrigerador.

Me acosté de nuevo en el sillón y cerré los ojos pidiendo a la vida me permitiera ya no abrirlos nunca.

En el claro de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora