Capítulo 1

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Ya hemos llegado a California. Me sabe muy mal todo; decirle a Ethan esa pequeña mentira me está consumiendo poco a poco. Pero voy a intentar olvidarme.
Son las siete y algo de la mañana. Tengo mucho sueño y solo deseo encontrar la casa para poder tumbarme a dormir.
Las calles son impresionantes, están todas llenas de palmeras y hace un calor espeluznante. Vamos buscando una calle que no logramos encontrar ni a la de tres. Andando, andando, encontramos la urbanización. Todas las casas se ven enormes y preciosas.

-¿Logras encontrar ya la calle?- digo ya cansada de andar con los trastos detrás.
-Ni de coña- suspira- será mejor que preguntemos.

Conforme dice eso se gira y apretar el botón de la casa. Esperamos 5 minutos y cuando nos vamos a ir, abre la puerta una anciana muy mayor.

-Qué quereis- dice borde y rencorosa.
-Verás vamos buscando...
-No quiero nada, iros ya y no molesteis cochinas que eso es lo que sois- y acto seguido cierra la puerta.
-Pero será amargada- grita Kayla sin vergüenza.

Yo estoy muerta de la vergüenza y seguro que mis mejillas están rojas.

-Disculpar- nos interrumpen- me llamo Elisabeth pero podéis llamarme El, soy la vecina de enfrente- sonrie- ¿vais buscando algo?
-Sí veras- le digo- nos hemos perdido y vamos buscando esta calle- le señaló la calle que esta en el mapa.
-Sí, es la calle de atrás, no tiene perdida- señala a la calle siguiente.

Para colmo, la puerta está al final de la calle y tenemos que andar más. Las casas son enormes y preciosas, todavía no me puedo creer nada. Cuando llegamos a la puerta, dejamos las maletas y vamos dirigidas hacia la casa donde nos han dicho estos chicos que encontraremos las llaves.
Tocamos a la puerta y nos contesta una voz un tanto... molesta para los oídos.

-Quién- dice tajante.
-Somos las vecinas de en frente, venimos a por las llaves- digo educada mente.

Abren la puerta y una morena de ojos verdes mascando chicle y con la cara algo infantil sale con las llaves en la mano y las laza. Y el cabreo de Kayla sube hasta su garganta y contesta como ella sabe.

-Puedes darlas en la mano- dice asquerosamente - no tenemos sarna.
-Hola- digo para empatizar- yo soy Alexis y ella es Kayla, un gusto conocerte- sonrio.
-Una lástima no poder decir lo mismo- explota su burbuja de chicle y nos mira de arriba abajo.
-Vete con tu padre a ver los dibujos niña- suelta Kayla por lo bajo.

Sin más dilaciones, esta chica nos cierra la puerta.
Siempre he sido de hablar bien para convencer a la gente. No soy la mejor, pero mis palabras ayudan muchísimo. Kayla es más borde sin embargo. Ella es la que nos defiende a las dos y se que lo haría siempre.
Subimos las escaleras para abrir la puerta.

-¿Estas nerviosa?- me dice Kayla.
-Un poco- sonrió- Vamos abre, a ver que nos depara.

Abre la puerta y respiramos hondo, para cuando abrimos los ojos la sorpresa nos inunda.

-¿Pero esto que es?- digo anonadada.

¡Dejame tranquila!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora