John P.O.V.

Seguíamos sin tener la menor idea de lo que significaba el código. Tras consultar con expertos hasta la más extinta lengua conocida, habíamos llegado a la conclusión de que el asesino simplemente se había inventado todo un alfabeto para escribirlo en los muertos. Esto molestaba muchísimo a mi compañero ya que no podíamos avanzar prácticamente nada sin ese conocimiento. 

-Solo podemos esperar a que él mueva la siguiente pieza- Repetía frustrado- Odio esperar.

Y la verdad es que la espera era tediosa. Sherlock había vuelto a disparar a la pared y a intentar ver la televisión sin mucho éxito, como era de esperar. Intenté traerle libros de misterio a casa (error horrible). Adivinaba todos los casos desde que el autor daba las menores pistas y el detective no paraba de gritar "¿Cómo podéis soportar esto? ¡Es obvio quién fue el asesino! ¿Cómo no podéis saberlo? Que mente tan lenta tenéis"

Había llegado a acostumbrarme a esos comentarios por su parte (Resignado como Lestrade y todo el equipo del Scotland Yard, supongo) Sherlock y su cerebro eran independientes. Tú solo podías intentar ayudarle en lo mayor posible y tratar no enfadarte. Es un buen hombre. Al final se le toma mucho cariño. 

Habían pasado unas dos semanas cuando un miércoles por la mañana, decidido yo a buscar nuevas formas de entretenimiento, Lestrade nos llamó desde una casa particular cerca del centro de la cuidad. Sherlock saltó como un resorte de su sillón y corrió a vestirse en cuanto sonó el primer tono de llamada del teléfono móvil. Había otro cuerpo. 

Código 109Where stories live. Discover now