Atardecer en el Ganges.

Repeticiones.

  Apenas escuché el chillido que declaraba que el columpio se estaba moviendo del otro lado de la cerca, me levanté bruscamente de la silla, haciendo que ésta caiga y golpease con fuerza las tablas del suelo. Me moví silenciosamente cual depredador tratando de identificar cuál sería su próximo almuerzo y la vi. Del otro lado de la ventana, varios metros más abajo. Separados por una tapia. Allí yacía ella, como una Diosa.

  Candy Gillian balanceándose en el columpio.

  Su cabello estaba danzando en el viento, y desde mi ventana casi podía sentir el olor a menta que éste emanaba.

  Candy Gillian balanceándose en el columpio.

  Sentí una fuerza que me exigía el bajar y verla de más cerca, un imán que ella escondía en alguna parte de su virtuoso cuerpo me atraía como una sirena llama a un pirata, y yo simplemente no podía hacer nada para evitarlo. 

  Candy Gillian balanceándose en el columpio.  

   Salté tantos escalones que estuvo a punto de caer rodando por las escaleras, pero aún así continué el trayecto que me separaba de aquella estatua con forma de mujer. Corrí hacia la cerca divisoria, apoyando mi frente en la áspera superficie de la madera mientras con mi ojo derecho podía observarla con una cercanía sorprendente. 

  Candy Gillian balanceándose en el columpio.  

  Ambos bajo el sol abrasador. Unas gotas de sudor rodaron por mi nariz y cayeron lentamente, mientras una imperceptible brisa hacía que su blusa se elevase a la altura de su ombligo.

  Candy Gillian balanceándose en el columpio.

  Y repentinamente y sin previo aviso, Candy Gillian decidió volver a su casa, alejándose de mí y de todo lo que yo conocía, mientras una lágrima descendía pesadamente por mi mejilla, porque en ese momento me dí cuenta de algo esencial: figuras repetidas, personas repetidas, escenas repetidas, momentos repetidos. Ésto era lo que siempre pasaba, alucinaba con aquella muchacha y ni siquiera había oído su voz. Porque lamentablemente Candy Gillian balanceándose en el columpio no era más que otra de nuestras repeticiones.