Prólogo.

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Me encontraba a un lado de la puerta, atandome mis desportivas, y observando las infantiles pantunflas de mi compañera de piso frente a mi.

-Guillermo, por un dia que no salgas a correr no va a ocurrir nada -. se quejó a mi lado, igual que una madre regañandole a un hijo -. Dentro de breve va a comenzar a llover y después vas a enfermar.

-Me recuerdas a mi madre cuando aún era un niño - me quejé, levantándome ya con ambas zapatillas bien atadas.

-Seguro que tu madre se preocupaba por ti igual que lo esto haciendo yo ahora mismo - meditó, tendiéndome una vieja sudadera que llevaba mucho sin ponerme -. Abrigate al menos, por favor.

-Si, mi sargento - dije mientras metía la cabeza en el interior de la sudadera, colocandomela.

-Papi, beso - pidió la pequeña niña rubia, corriendo desde el cómodo sofá donde veía entretenida sus dibujos.

Besé su mejilla antes de que volviera a salir corriendo, aún sin saber porque se estaba comportando tan cariñosa. Gritó un te quiero antes de alzar nuevamente la voz de la televisión, y mire a María encogiendo los hombros y riendo levemente.

-¿Cuanto tiempo vas a salir hoy? - me preguntó la morena, mirando su reloj.

- Cuarenta y cinco minutos o una hora - afirmé, llevando mi mano al pomo de la puerta. - Si comienza a llover, vendré antes.

- Bien.

Salí de casa, colocándome firmemente los auriculares, y encaminándome al parque que había cerca de casa, aunque no un parque normal, si no uno de esos que son como grandes bosques donde la gente sale a correr, hacer acampadas, pasar el día con la familia o quien sabe que.

La noche estaba fría.

Y yo en ese momento no sabía que iba a pasar frío por mucho, mucho tiempo.

No necesitas dominarme (AAD #2) {Wigetta} PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora