Hace unos cuantos días que escapé de ese lugar infernal. En este preciso momento me encontraba en medio de la calle, tirada sobre la acera, suspiraba pesadamente mientras mi pecho subía y bajaba en un ritmo acelerado que me atrerraba aún más.
El ambiente apestaba a humedad y muchos que pasaban a mi lado se cubrían la nariz en señal de asco, pero lo único que lograba pensar era lo mucho que había extrañado el olor de la lluvia; la cual había mojado mi vestimenta y me había dejado con los trapos de ropa pegados hasta los huesos, un frío que se esparcía por todo mi cuerpo y se colaba hasta mis huesos.
Mi respiración causaba que pequeñas nubes de vapor salieran de mis labios, gracias al frío que reinaba en este helado ambiente. Pasé rápidamente los dedos entre mis castaños mechones de cabello con la esperanza de deshacer los nudos de este. Jalé una y otra vez, hasta que al fin logré domar a la fiera sobre mi cabeza
Suspiré pesadamente mientras que frotaba ambas manos, una contra la otra, con la esperanza de que éstas entrarán en calor. La lluvia constante me calaba el frío en los huesos y mi cuerpo entero temblaba sin la mínima señal de parar.
La mayoría de las personas que paseaban por la calle traían un paraguas que los resguardarán de la incesante lluvia que caía sobre la ciudad, muchos me miraban extrañados pero continuaban con su camino después de dedicarme una mirada rara.
Ya cuando había recuperado mi aliento me pare de un solo golpe, y con grandes zancadas me apresuré para adentrarme dentro de la ciudad. Constantemente, mi cuerpo se estremecía con un escalofrío que lo obligaba a agitarse sin control, no era muy notorio, sin embargo era bastante molesto. Miraba a todos lados sin poder enfocar mi vista en algún lugar en específico mientras las luces golpeaban sin cesar mi rostro.
Sin darme cuenta en realidad, terminé en un hotel escondido en medio de la parte trasera de diversos callejones. Entre a ese extraño lugar y volví a observar todos mis alrededores antes de adentrarme y meterme a la boca del tiburón. En la recepción había una chica de 22 años con el cabello rizado recogido en un chongo desarreglado, extrañamente otorgándole una tierna apariencia.
Tragué saliva y un nudo se hizo presente en mi garganta, intenté forzar mi voz a que saliera de golpe pero no salía de mi boca nada más que suspiros pesados que perduran en el ambiente. Volvía a sellar mis labios mientras que estos formaban una apretada línea en mi rostro, la chica se sonrió ante mi apenado semblante.
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Shiki: Encrucijadas
Ficção AdolescenteUna misteriosa chica, la cuál se suponía, debía evitar que la gente que la rodeaba supiera algo de ella y un engreído chico que no piensa dejar el tema en un punto y aparte tan fácilmente. ¿Qué pasara cuándo el destino entrelace sus historias juntas...