Prólogo: Pierde la esperanza

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-¿Uh? ¿Qué estás haciendo? 

Todos habían sido salvados gracias a tus sueños y a tus esperanzas. Al valor que nunca habías perdido durante la batalla, a pesar de que numerosas veces te hubieran herido, incluso puede que odiado, tuviste piedad con todos ellos. 

Pero aún así, todavía faltaba alguien más por ser salvado.

-¿¡Que estás haciendo!?

-Te perdono. 

Asriel Dreemurr. El único de todos ellos que faltaba por ser salvado de la oscuridad y del odio. Los monstruos del submundo te habían contado su trágica historia, haciendo que desde un principio te apenaras de él y de su tragedia...

Hace mucho tiempo, un humano cayó en las ruinas. Herido por la caída, el humano gritó por ayuda. Asriel, el hijo del rey, escuchó el grito del humano. Él lo trajo de vuelta al castillo.

Después de un tiempo, Asriel y el humano se volvieron como hermanos. El rey y la reina trataban al humano como a su propio hijo. El subsuelo estaba lleno de esperanza.

Entonces... Un día... El humano enfermó gravemente. El humano enfermo tenía solo una petición. Ver las flores que crecían en su pueblo, pero no había nada que se pudiera hacer.

Al día siguiente...

Al día siguiente, el humano murió.

Asriel, destruido por el dolor, absorbió el alma del humano. Fue transformado por un increíble poder. Con el alma del humano, Asriel cruzó la barrera. Llevó el cuerpo del humano hacia el atardecer devuelta a su pueblo. Asriel llegó al centro del pueblo, donde encontró una cama de flores doradas y llevó al humano dentro de ella.

De repente se escucharon gritos. Los aldeanos vieron a Asriel llevando el cuerpo del humano. Pensaron que él había matado al niño. Los humanos lo atacaron con todo lo que tenían. Él fue atacado golpe tras golpe. Asriel tenía el poder para destruirlos a todos, pero... Asriel decidió no luchar. Agarrando al humano... Asriel sonrió y se fue de allí. Herido, Asriel tropezó hasta casa, entró al castillo y allí colapsó. Su polvo se extendió a través del jardín.

El reino cayó en desesperación. El rey y la reina habían perdido dos niños en una sola noche. Los humanos, una vez más nos lo habían quitado todo. El rey decidió que ya era hora de acabar con nuestro sufrimiento. Cada humano que cayera aquí debía morir. Con almas suficientes, podríamos cruzar la barrera, para siempre.

No falta mucho ahora.

El rey Asgore nos va a dejar ir.

El rey Asgore nos va a dar esperanza.

El rey Asgore nos va a salvar a todos.

Tú también deberías estar sonriendo, ¿no estás emocionado? ¿No estás feliz? Vas a ser libre.

Asriel, el príncipe del submundo, aquél que había sufrido la perdida del primer humano en caer y que en un principio nunca pretendió herir a nadie, recibió nuestro odio. El odio de criaturas hostiles que desconocen el perdón y la piedad. No fue su culpa que cayera en la desesperación.

Fue nuestra.

-Te pido perdón. -Extendiendo la mano, Asriel la miró con confusión. A pesar de que él te había atacado una y otra vez, tú nunca le diste un golpe de vuelta. -Te pido perdón por todo lo que te hemos hecho, Asriel.

-¿Qué...? -Por un momento pareció perplejo, pero sus manos se iluminaron una última vez dejando escapar un gran hechizo que hubiera destruido hasta el mismísimo polvo. Pero tú te resististe a pesar de que estuvieras pagando con tu vida aquél esfuerzo. -¡Alto! ¡Aléjate de mí! ¿¡Me escuchas!? ¡Te destruiré! -Ataque tras ataque, tu cuerpo se negaba a ceder ante Asriel. Viendo aquella resistencia, la furia de monstruo aumentaba cada vez más, junto con su tristeza. -Chara... ¿Sabes por qué estoy haciendo esto? ¿Porque sigo luchando para mantenerte aquí? -Sus ataques cesaron, dejando la habitación cubierta por una lluvia de cenizas. -Estoy haciendo esto... Porque eres especial, Chara. Eres el único que me entiende. Tú eres el único con el que aún me divertía jugar. No... No es solo eso. Yo... Estoy haciendo esto porque me importas, Chara. Me importas más que nadie. No estoy listo para que todo termine. No estoy listo para que te vayas. No estoy listo para decirle adiós a alguien como tú otra vez. -Lágrimas empezaron a surcar su pelaje, pero él permanecía inmóvil y entristecido. -Así que, por favor... Deja de hacer esto... ¡Y solo déjame ganar! -Un nuevo brillo reapareció en sus manos, y a pesar de que no podías apenas sostenerte, buscaste la poca determinación que quedaba en ti, con la esperanza de que aún pudiera llegar a Asriel. -¡Para! ¡Para ahora! 

Underdoors - KatGelfeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora