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La vida de Kim Jongin había cambiado de la noche lodosa, a la mañana gatuna de purrrr con un giro de 180º aunque en realidad, todo había vuelto a su cauce original. Le gustaba sentir la brisa de la mañana ahora que quedaban pocos días de clases, y aunque era la misma brisa de todos los días, desde que su fracturada relación con Kyungsoo vio la luz, el airecito hasta se sentía como la Rosa del General Lee Soon Shin, ese programa que daban todos los días en KBS2. Se sentía muy bien, despertar en las mañanas, abrir la ventana y que la primera cosa que viesen sus ojos, fuese la sonrisa de corazón que caracterizaba a Do Kyungsoo, su vecino, su hyung, su... Bueno, ellos eran algo pero exactamente Jongin no sabía qué.

A solas, en la comodidad de su jardín, o de su cama, Jongin y Kyungsoo eran sólo una pareja de amigos hundiéndose en las profundidades de las caricias, hablaban de todo y nada al mismo tiempo, compartían esas vivencias que se habían perdido durante esos dos años, y se besaban. Se besaban mucho. Algunas veces comenzaba Jongin, porque Kyungsoo hablaba y hablaba y no se callaba, y movía sus labios rojos y Jongin era un idiota que estaba atrapado bajo ese encanto, entonces sucumbía a los deliciosos pecados que incitaban esa boca.

El párroco se lo decía todos los domingos (cuando canjeaba las idas a la iglesia por dinero, «Yo voy si tú me pagas» -negociaba con la abuela Kim) «Jonginnie, debes alejarte del pecado, por el pecado en tu alma, tu cuerpo se quemará en la séptima paila del infierno, y Lucifer hará contigo una fiesta de gusanos»

Uh, al Lucifer que conocía no le gustaban los gusanos, más bien el Atún vegetal, en tomate, y en salsa mexicana, también le gustaban las albóndigas de carne pero sólo días festivos. Ah, y el pecado que lo asechaba, bueno ese no era taaaan malo que digamos. En realidad, era todo lo contrario.

Sin embargo le gustaba, esa relación clandestina por mutuo acuerdo que tenían le gustaba mucho. Porque aunque en la escuela, durante los preparativos de la graduación, eran sólo Jongin y Kyungsoo compañeros de clases que ya no se insultaban cuando podían, a solas, se querían mucho y esos besos de cuellos y algunas marquitas en la piel lo habían dejado bastante claro.

Desde que se reconciliaron con lodo y demás, había pasado una semana aunque fuese poco, su mente había estado muy ocupada en decorar, decorar, y decorar. A veces cuando se llenaba la cara de purpurina y Kyungsoo pasaba discretamente por su lado, fingiendo supervisar la obra, en realidad le decía que debía lavar eso en el baño si no deseaba quedarse ciego. Eran esos gestos los que tele-transportaban a Jongin a dimensiones desconocidas de amors.

En esa semana también había tenido el poderoso e insistente asecho de Taemin para que lo llevara al baile, Jongin perdió la cuenta de la cantidad de veces que ese chico le preguntó, y fue tanto el acoso que recibió de su parte que al final, le había gritado que sí iría con él pero que lo dejase en paz, Taemin celebró de emoción porque «Marica, tú si la das»

Pero fue hasta que se lo mencionó a Kyungsoo y miró su comportamiento extraño que supo que posiblemente había cometido un error pequeñísimo.

Fue algo como:

-Soo, voy a llevar a Taemin al baile, ¿no te molesta, verdad?

-Nop.

-¿En serio? Uhm pero ¿Por qué te tiembla el ojito, hyung?

-¿A mí? Nada que ver

-¿Pero estamos bien?

-Sip.

-¿Estás molesto conmigo?

-Nop.

Asia, Obama y el mundo entero lo vio así:

Asia, Obama y el mundo entero lo vio así:

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Jongin, ¿Dónde Está el Gato? → KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora