Regalo demoniaco

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Esta historia la escuché de mi prima Sonia. Ella contaba que una conocida suya, de nombre Elizabeth, había recibido como regalo por parte de una tía que era muy adepta a los temas paranormales, una tabla ouija. Esta tabla, decía su tía, había sido "bautizada" y curada en el cementerio del pueblo  a la media noche de una luna llena. Elizabeth era muy curiosa con cualquier asunto relacionada con espiritus, así que recibió el regalo muy emocionada y esa misma noche comenzó a usarla. Ella sola.

Hacía preguntas y obtenía respuestas insignificantes, hasta que un día, casi un mes despues de haber recibido la ouija, las sesiones se tornaron violentas. Mientras elizabeth jugaba, los perros comenzaban a ladrar en la calle, y en las ventanas y paredes se escuchaban muchos golpes. Elizabeth se asustó mucho  y guardó la ouija en un baul, lo cerró con un candado y guardó el baul bajo su cama.

Pero esa misma noche, Elizabeth se despertó aterrorizada sintiendo como su cama se sacudía. Dijo un par de oraciones en silencio y pudo dormir el resto de la noche. Al día siguiente cuando regresó de la escuela, vio la tabla ouija encima de su cama. Alguien la habia sacado del baul. Busco la llave y estaba escondida en el mismo sitio donde ella la había dejado y el baúl parecía estar en la misma posición. Preguntó a sus hermanos y todos negaron haberlo hecho.

Por lo que decidió tirar la ouija a la basura. Se fue a dormir y al día siguiente, la ouija estaba en la mesa de noche al lado de su cama.

Ella estaba muy asustada, ya no podía dormir. La ouija parecia pedir que jugara con ella, y como era una tabla de madera vieja, decidió quemarla.

Ella misma le puso alcohol y vio como la tabla se redujo a cenizas en un momento. Pero la ouija volvió a aparecer al lado de su cama al día siguiente.

Desesperada acudió con su tía, quien le dijo que la unica manera de deshacerse de ella era regalandola. Parecía que su tía había hecho lo mismo. Así que Elizabeth salió a la calle y le entregó la tabla a una persona que no conocía. Y luego se alejó rogando que su pesadilla terminara. Y así fue. No volvió a escuchar de la ouija y tampoco volvió a tener episodios de terror nocturno. Quien sabe la pobre infeliz a la que le regaló la ouija.

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