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E l teléfono móvil que me hizo pedazos el cráneo era un iPhone 3GS de 32 GB. Pesaba 135 gramos, medía 115.5 mm x 62.12.3 mm, y, en el momento del impacto, viajaba a 120 kilómetros por hora aproximadamente. Sin embargo, yo no estaba al tanto de esta información en ese momento. Lo único que sabía, lo único de lo que estaba vagamente consciente era del objeto negro que cayó volando hacia mí a toda velocidad, a través del cielo del atardecer y luego...

¡CRACK!

Un flash momentáneo de dolor cegador...

Y luego, nada....

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Veinte minutos antes, todo parecía perfectamente normal. Era viernes 5 de marzo y en las calles aún permanecían los restos de nieve de la semana anterior. Salí de la escuela a las tres treinta en punto, la misma hora de siempre, y caminé a casa sintiéndome como casi siempre me sentía: más o menos bien, pero no genial. Solo, pero no solitario. Un tanto abatido por lo que sucedía, pero en realidad no estaba preocupado por algo en particular. Estaba en mi estado natural, perfectamente normal y ordinario: era Choi Seung Hyun, un chico de 18 años originario de Seúl, Corea del Sur. Sin grandes problemas, sin secretos ni fobias, sin vicios ni pesadillas, sin talentos especiales... No tenía una historia propia qué contar. Era solo un chico, eso era todo. Por supuesto que, al igual que todos los demás, tenía esperanzas y sueños pero eso era precisamente lo que eran: esperanzas y sueños.

Y supongo que mientras caminaba por la Avenida Principal y luego por el conjunto de departamentos en donde vivía, una de esas esperanzas, uno de aquellos sueños era justamente el chico en el que estaba pensando.

Su nombre era Kwon Ji Yong.

Llevaba años de conocerlo: desde que ambos éramos pequeños y vivíamos en departamentos contiguos. A veces, su mamá trabajaba como niñera para mi abuela, y, en otras ocasiones, mi abuela trabajaba de niñera para él.

Después Ji y yo crecimos un poco, y entonces solíamos pasar mucho tiempo jugando. Jugábamos en los departamentos, en los corredores, en los ascensores, en los columpios y en todos aquellos artefactos de la zona de juegos que había en el conjunto de departamentos. Ahora él ya no vivía junto a mí, pero continuaba en el mismo edificio. Estaba unos cuantos pisos más arriba y yo todavía me llevaba bastante bien con él. Lo había visto algunas veces en la escuela. Ocasionalmente caminábamos juntos de regreso a casa y, de vez en cuando, iba a su departamento y me quedaba un rato, o él venía al mío...

Pero no jugábamos juntos en los columpios.

Y como que yo extrañaba eso.

Había muchas cosas que extrañaba de Kwon Ji Yong.

Fue por eso que me pareció agradable que se acercara a mí en el patio de la escuela ese día y me preguntara si podía visitarlo al salir de clases.

-Tengo que hablarte sobre algo -dijo

-Okey -le contesté-. No hay problema. ¿A qué hora?

- ¿Como a las cuatro?

-Okey.

-Gracias, Seung.

Y desde entonces he estado pensando en eso. Justo ahora, mientras atravesaba la porción de césped que separa la calle del edificio donde vivía junto a otros más, me preguntaba sobre qué querría hablarme. Tenía la ilusión de que fuera algo sobre él y sobre mí, pero, en el fondo, sabía que lo más probable era que no fuera así. Lo más seguro era que, una vez más, el asunto tuviera que ver con su estúpido hermano. Dong Young Bae tenía 19, era un año mayor que Ji Yong (pero como cinco años más estúpido), y recientemente había comenzado a desviarse un poco del camino: no asistía a la escuela, se juntaba con los chicos equivocados y fingía ser alguien que no era. A mí realmente nunca me había caído bien, no era un chico tan malo. Era solo un poco idiota y se dejaba manipular, pero, claro que eso no es lo peor que puede haber en el mundo. Sin embargo, donde vivo es el tipo de lugar en el que los idiotas se dejan manipular y se convierten en presas fáciles. Porque el lugar los devora, los escupe y los convierte en nada.

Mientras atravesaba la reja para al fin entrar al edificio, adiviné sobre qué quería platicar Ji. ¿Estaba enterado de qué se traía en manos? Porque él quería enterarse. ¿Había escuchado algo?, ¿Podía hacer algo al respecto?, ¿Podría conversar con él?, ¿Podía tratar de hacerlo entrar en razón? Y, por supuesto, yo le diría: "Sí, claro. Hablaré con él y veré qué puedo hacer". A pesar de saber que no serviría de nada, pero con la esperanza que, de cualquier manera, JiYong en verdad valorara mi intervención...

Miré mi reloj.

Eran diez para las cuatro.

Me quedaban veinte segundos de normalidad.

Recuerdo que mientras caminaba por la plaza hacia la terraza frontal del edificio, comprendí que, a pesar de la pasta de nieve en el piso y de la helada sensación en el aire, en realidad era un día muy agradable. Era fresco, brillante y claro; los pájaros cantaban en el soleado cielo primaveral. El típico barullo enloquecedor del conjunto de edificios casi apagaba las canciones de las aves: gritos distantes, coches acelerando, perros ladrando, música desparramándose desde una docena de ventanas a distintas alturas; y a pesar de que el sol brillaba en lo alto y de que el cielo se veía más azul que nunca, sobre la plaza se cernía una inmensa y lúgubre sombra.

A pesar de todo, era un día bastante bonito.

Me detuve un momento y volví a mirar el reloj, preguntándome si no estaría llegando demasiado temprano. A las cuatro, había dicho él y todavía faltaban diez minutos.

Pero entonces recordé que no había dicho exactamente a las cuatro, ¿verdad? Había dicho como a las cuatro.

Volví a ver el reloj.

Eran nueve minutos y medio para las cuatro.

Eso era como a las cuatro, ¿o no?

(Me quedaban cinco segundos.)

Respiré hondo.

(Cuatro segundos...)

Me dije que no debía ser tan estúpido.

(Tres...)

Y estaba a punto de comenzar de nuevo cuando escuché un grito lejano que venía de lo alto:

-¡Hey, CHOI!

(Dos...)

Era una voz masculina que venía de muy arriba, de algún lugar cerca de la parte más alta del edificio. Por un momento creí que era YoungBae, pero no había razón alguna para que él me gritara. Lo creí solo porque había estado pensando en él y vivía en el piso treinta, y era hombre...

Miré hacia arriba.

(Uno...)

Y entonces fue lo único que vi: el pequeño objeto negro que cayó volando hacia mí, a través de del cielo del atardecer y luego...

¡CRACK!

Un flash momentáneo de dolor cegador...

Y luego, nada.

(Cero)

El fin de la normalidad...



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Y así inicia todo esto.

¡ESPERO LES GUSTE!

iBoy (Adaptación GTOP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora