Cuando regresé a la sala, Bae seguía tirado en el sofá viendo la tele; escuché que su mamá estaba en la cocina lavando trastes. Me acerqué y me senté junto a él.

—¿Todo bien? —gruñó sin separar los ojos de la televisión.

—En realidad, no —le dije.

Encogió los hombros y continuó mirando la pantalla de la televisión. Me senté un rato en silencio y traté de ignorar los fragmentos de televisión en la línea que estaba en mi cabeza y que, estoy seguro, me habrían podido decir lo que Bae estaba viendo si de verdad me hubiera importado enterarme. Pero no quería.

—Te diré algo. — Le susurré con tacto. — Si me dices qué fue lo que hiciste para enfadar tanto a los Ravers, no le contaré a nadie acerca del iPhone.

—¿Qué? —dijo con brusquedad y de inmediato apartó la mirada de la pantalla.

—Ya me oíste.

—No sé de qué estás hablando.

—No, sí sabes —agregué—, lo único que quiero es que me digas por qué vinieron los Ravers a hacerte pomada —me le quedé viendo—. Tú me dices eso y yo no le digo a nadie que me arrojaste el iPhone.

Justo en ese momento, su mamá gritó desde la cocina:

—¿Todo bien por allá, Bae?

—Sí, má —respondió—, solo estoy platicando con TOP. Todo okey.

Volteó había mí y susurró:

—¿Cómo sabes lo del iPhone?

"Porque tengo fragmentos de él incrustados en el cerebro —quise decirle—, por eso. Y porque de alguna manera, de alguna irreal, impensable e increíble manera, esos fragmentos están interactuando con mi mente y me están dando acceso a todo lo que tiene acceso un iPhone y muchos más, y eso, en conjunto, es bastante información. Porque entre toda esa información hay una serie de códigos y claves, una serie de datos de seguridad, que, en su crudo estado, no significa nada para mí, pero que de alguna manera, reitero, se ha filtrado y/o traducido en algo que sí tiene lógica, y por lo tanto, sé que el iPhone jamás se vendió, jamás se registró y casi nadie lo usó. Porque también la Bodega Carphone de la Avenida principal, en la que se incluyen detalles del robo de un iPhone el dos de marzo. Y porque en la declaración se describe al ladrón y eres tú, Bae. Así fue como me enteré de que tú robaste el iPhone, ¿te quedó claro?"

Pero por supuesto, no dije nada de eso. En su lugar, dije:

—No importa cómo lo sé, lo sé y punto. Y si quieres que también se entere tu mami, y la policía y...

—¿Mi mami? —preguntó con desdeño— a ella le puedes decir lo que te dé la gana, me importa un bledo.

—¿Ah sí? —le pregunté—, ¿y entonces por qué estás susurrando?

Me fulminó con la mirada, me miró con todo el odio y desdén que pudo, pero yo creo que solo era puro teatro. Finalmente todos los chicos pandilleros de por aquí le tienen miedo a sus mamás. Claro que nunca lo aceptarían. Sin embargo, sin importar qué edad tengan, cuán viciosos sean, ni cuán maleados o emocionalmente muertos estén: en el fondo todos son solo hijitos de mami. Y Bae no era la excepción.

—Entonces —proseguí—, ¿me vas a decir qué sucedió o quieres que vaya a cotorrear un rato con tu mamá?

Negó con la cabeza.

—No te voy a dar nombres...

—No te pedí nombres, solo quiero saber qué pasó.

iBoy (Adaptación GTOP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora