Deja A Los Muertos En Paz

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Autor.
Ernst Raupauch

Walter suspiraba dolorosamente por el fallecimiento de su amada esposa Brunilda.

Era medianoche y estaba junto a su tumba, en la hora en que el espíritu que brama el las tempestades lanza sus malditas legiones de monstruos.

Se lamentaba todas las noches junto a la cripta, bajo los árboles helados, reclinando la cabeza sobre la lápida de su esposa.

Walter era un poderoso caballero de Burgundia. Se había casado con Brunilda en su juventud, cuándo los dos se amaban con locura, pero la muerte sé la arrebató de los brazos muy pronto, y sufría todavía a pesar de que se casó otra vez con una bella mujer llamada Swanhilde, rubia, de ojos verdes y un tono rosado en las mejillas, que le había dado un varoncito y una niña y que era todo lo contrario de la esposa muerta.

Walter no hallaba reposo, seguía Amando a Brunilda y deseaba con toda su alma tenerla junto a él.
Constantemente comparaba a su esposa viva con su esposa muerta.

Swanhilde notaba el cambio en su esposo y se esperaba por atenderlo como un Rey; pero de nada servía, ya que la obsesión de Walter era tener a Brunilda otra vez, y esta idea fija y constante se había apoderado de su alma.

Todas las noches visitaba la tumba de su hermosa esposa y le preguntaba con tristeza:

- ¿Dormiras eternamente?

Ahí estaba Walter, acostado sobre la tumba.
Era medianoche otra vez, cuando un hechicero de las montañas entró al cementerio para recoger las hierbas que sólo crecen en las tumbas y que están dotadas de un terrible poder.
Se acercó a aquella en que Walter lloraba y le preguntó:

- ¿Por que, infeliz, te atormentas así? No debes lamentarte por los muertos, pues tú también morirás algún dia.
Al llorar por ellos no los dejas descansar.

- El amor es la fuerza más grade que hay en el universo y yo amaba a la que aquí está pudriéndose. Quisiera que regresará conmigo. - respondió Walter con pena y necedad. 

- ¿Crees que va a despertar con tus lamentos? ¿No ves que perturbas su calma?

-¡Vete, anciano, tú no conoces el amor! ¡Si yo pudiera abrir con mis manos la tierra y devolverle la vidaa mí querida Brunilda, ya lo hubiera hecho a cualquier precio! - le gritó Walter enojado.

- Ignorante, no sabes lo que dices, te estremecerias de horror ante la resucitada.
¿Piensas que el tiempo no degrada los cuerpos? Tu amor se convertirá en odio.

- Antes se caerían las estrellas del cielo.
Yo reventaria mis músculos y mis huesos si ella resucitara;jamas podría odiarla.

- Hablas con el corazón caliente y la cabeza hirviendo.No quiero desafiarte a devolvertela;pronto te darías cuenta de que yo no miento- le dijo el anciano hechicero.

- ¿Resucitarla? - grito Walter, arrojándose a los pies del hechicero  - Sí eres capaz de tal maravilla, ¡hazlo! , hazlo por estas lágrimas que estoy vertiendo, hazlo por el amor que ya casi no vive sobre la tierra. Harías la mejor obra de bien en tu vida.

- Reflexionalo con calma y, si decides que así sea, regresa mañana a medianoche; pero, te lo advierto:¡deja a los muertos en paz!

Walter regreso a su casa, pero no pudo conciliar el sueño. Aguantó con ansiedad al dia siguiente y, justo a medianoche, estaba esperando al hechicero junto a la tumba.

- ¿Has considerado lo que te dije ayer? - le preguntó el anciano.

- Si, lo he pensado. Devuelveme a la dueña de mi corazón, te lo suplico. Podría morir esta noche si no cumples tu promesa.

- Bien  - le dijo el viejo  - sigue recapacitando y regresa aqui mañana a medianoche. Te deré lo que pides, sólo recuerda algo:
¡deja a los muertos en paz!

A la noche siguiente apareció el hechicero y le dijo a Walter :

- Espero que hayas pensado bien la situación. Regresar un muerto a la vida no es cosa da juego. Ésta será la última vez que te lo diga : ¡ deja a los muertos en paz!

- ¡Basta, mi amada no tendrá paz en ésa tumba helada, tienes que regresarmela, me lo as prometido! - le gritó Walter lleno de ansiedad.

- ¡Recapacitalo, no podrás separarte de ella hasta la muerte, aunque la repugnancia y el odio se apoderen de tu corazón! Sólo habría un medio espantoso de lograrlo y no creo que quieras oír hablar de eso.

-¡ Anciano imbécil, devuelvela a Brunilda de una vez!  ¿cómo podría yo odiar lo que más he amado en la Tierra? - aullo Walter con desesperación.

- Está bien. Puesto que así lo quieres, ¡sca! ¡RETROCEDE!

El hechicero dibujó un círculo alrededor de la tumba y una tempestad se desató. Alzó los brazos al cielo y comenzó a gritar frases en una lengua que no era humana. Los búhos comenzaron a volar de todos los árboles. Las estrellas se ocultaron detrás de las nubes. La lápida que cubría la tumba comenzó a moverse y se abrió paso hacia la superficie. En el hoyo de la tumba, el anciano tiró varias yerbas diferentes mientras seguía murmurando con los ojos en blanco. Un viento rápido y helado salió del sepulcro al mismo tiempo que cientos de gusanos escalaban la tierra con rapidez. De pronto las nubes se apartaron y la luna bañó la sepultura vacía. Sobre ella, el hechicero vertió sangre fresca contenida en una calavera y exclamó:


- Bebe, tú que duermes, bebe esta sangre caliente para que tú corazón pueda latir otra vez.


Como un volcán que hace erupción, se levantó Brunilda, empujada por una fuerza invisible, de la noche eterna en la que estaba sepultada. Tenía el pelo negro como la tormenta, ojos azules y una piel muy blanca. El anciano hechicero la tomó de la mano y la llevo hasta Walter.


- Recibe otra vez a la que amas tanto. ¡Esperó que nunca vuelvas a necesitar mi ayuda! De ser así, me encontrarás en las noches de luna llena en las montañas, donde los caminos se cruzan  - diciendo esto, se alejó con pasó lento.


- ¡Walter! - exclamó Brunilda  -  Llévame pronto al castillo en las montañas.

Deja A Los Muertos En Paz  [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora