No sé que día es, ni me importa. No sé si queda leche en la nevera, o mermelada, y tampoco me importa. Ahora mismo lo único que me ronda la cabeza es dónde han ido a parar tu ropa, tu colonia, tus fotos, tus maletas, tus buenos días, tú. Estaría loco si dijese que las maletas te han secuestrado y se han ido, pero algo en el fondo de mí me obliga a querer creerlo. Quizás sea que sigo envuelto en la nube a la que llaman inocencia, o que realmente me creo demasiado importante para ti como para que te marches, pero ayer jugabas con mi pelo y hoy del tuyo sólo queda alguno encima de la almohada, y eso me obliga a creer (por mucho que la razón me lleve la contraria), que las mentes malévolas de tus maletas se lo han llevado todo dejándome como venganza tu recuerdo y un hueco en el pecho en el que sólo cabe la nostalgia. También he de decir que he preguntado a las paredes y puertas si saben dónde te has ido o más bien, dónde te han llevado, pero ninguna sabe nada, o no me lo quieren decir, pero confío en que sólo sea una broma de esos armarios con ruedas y esta noche llegues para la cena (he preparado tu plato favorito), o al menos para no dejarme solo en la cama, ya que sabes que las noches son territorio del miedo y de mi agonía, y que odio pasarlas solo.
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Café entre mis huesos
De TodoNi quedan flores en mis pulmones ni pétalos en mis párpados. Hay cafeína en las sábanas de mi cama y cenizas de las mariposas muertas en mi estómago.